El velcro, un material adhesivo omnipresente, ha estado en la Luna casi tantas veces como los humanos.
El velcro, un material adhesivo omnipresente, ha estado en la Luna casi tantas veces como los humanos. En sus orígenes, la tela adhesiva fue inspirada por las semillas espinosas que su inventor removió de su ropa después de una caminata.
Más tarde, el velcro unió dos piezas del traje espacial del comandante Alan Shepard en la misión Apolo 14 en 1971 durante un viaje a la Luna. También sostuvo algunos artículos a bordo durante su regreso a la Tierra.
«Los objetos y el equipo que flotan en un ambiente libre de gravedad se convierten en peligrosos misiles durante el reingreso a la atmósfera si no están asegurados», comenta Amanda Young, una especialista en museos de la Institución Smithsonian.
Este espécimen de museo, una mosca atrapada en ámbar, captura la perfección de la ingeniería de la naturaleza. Utilizando un microscopio de electrones para acercase al ojo de una mosca preservada de un modo similar, el biólogo Andrew Parker sintió curiosidad por las finas rayas en la superficie del ámbar, las cuales parecían reducir la reflexión de la luz.
Parker trabajó con ingenieros en óptica y rastreó las colecciones de los museos en busca de otros diseños antirreflectantes. Hoy en día, este tipo de tecnología que encuentra inspiración en los insectos ha sido adaptada para disminuir el reflejo en los monitores de las computadoras y las celdas solares.
Millones de vellos con puntas en forma de espátula brindan a los dedos del gecko una poderosa «adherencia». Igual de singular es la rapidez con la que pueden desprenderse.
Un gecko tokay sólo necesita cerca de 2 500 de estas almohadillas adhesivas (las microvellocidades de sus dedos) para sostener su cuerpo volteado de cabeza. «Si los 6.5 millones de almohadillas estuvieran adheridas de manera simultánea ?comenta el biólogo Kellar Autumn del colegio Lewis and Clark en Oregon? podrían sostener 130 kilogramos.
Incluso así, los animales encuentran la manera de remover sus pies en milisegundos sin una fuerza mensurable», esto es un fenómeno relacionado con el ángulo de los vellos (cerca de 30 grados) que ocurre mientras el pie se despega.