Jacques Cousteau llamó al Golfo de California el acuario del mundo
Jacques Cousteau llamó al Golfo de California «el acuario del mundo».
Pero a pesar de haber buceado cientos de veces en ese mar en los últimos 15 años, no comprendíamos qué había impresionado tanto al famoso explorador francés.
Sí, habíamos visto cachalotes, delfines, lobos marinos en abundancia, pero cuando nos sumergíamos con nuestros tanques de buceo no teníamos la impresión de estar dentro de ningún acuario. Las historias sobre enormes meros y tiburones nos parecían cuentos de hadas. Las descripciones de los antiguos bancos perleros, que generaron riqueza y acapararon la atención de la realeza, parecían producto de la imaginación de escritores de épocas pasadas.
Hasta que Mario Castro nos mostró lo que ocurrió en un pequeño poblado en el sureste de Baja California Sur. En 1999 cuatro biólogos marinos realizamos una expedición inolvidable. En una camioneta cargada de tanques, un compresor y más equipo de buceo, además de una pequeña embarcación inflable, salimos de Cabo San Lucas ?en el extremo sur de la península de Baja California? en dirección a las Grandes Islas, 800 kilómetros al norte.
Nuestro objetivo fue estimar la abundancia de peces e invertebrados (pulpos, langostas, corales, entre otros) en más de 70 lugares, para determinar el estado de salud de los arrecifes rocosos del mítico acuario del mundo. Durante tres meses manejamos a lo largo de la interminable carretera transpeninsular y por hipnotizantes paisajes desérticos, buscando cada playa y bahía adonde llegara un camino.
Nuestra rutina diaria consistía en inflar la barca, cargarla con los tanques de buceo y sumergirnos tres veces al día. Al regresar a la playa, al atardecer, descargábamos, la desinflábamos y la poníamos a secar; llenábamos los tanques con nuestro pequeño compresor (tarea que duraba varias horas); comíamos y caíamos muertos de cansancio.
Al día siguiente cargábamos todo en la camioneta, nos dirigíamos al próximo lugar de muestreo, y así durante 90 días. Lo que vimos en el transcurso de esos tres meses no fue muy esperanzador. La mayoría eran peces pequeños, y las grandes bestias de las que se hablaba en libros e historias de viejos habitantes de la península brillaban por su ausencia.
La causa principal de la pobreza de los fondos marinos es la sobrepesca. Es decir, en el Golfo de California, como en muchos otros mares del mundo, hemos sacado peces del mar ?sobre todo las grandes especies como tiburones, meros, pargos? más rápidamente de lo que pueden recuperarse.
Uno de los lugares que visitamos, Cabo Pulmo, es famoso por la abundancia de corales que forman lo único que se parece a un verdadero arrecife en el Golfo de California. Cuatro años antes de nuestra visita, en 1995, Cabo Pulmo se había declarado zona protegida. Allí, Mario Castro ?antiguo pescador? nos guió hacia varias barreras arrecifales.
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Pese a la reciente protección, no observamos nada que sobresaliera del resto de los arrecifes que estudiamos en aquel año: peces pequeños, algunos abanicos de mar y parte del coral afectado por las altas temperaturas que se registraron durante el último El Niño. En 2009 volvimos a medir el estado de salud del Golfo de California, recreando nuestra expediciónde 1999.
Los resultados de nuestra comparación una década después no han sido nada alentadores: los arrecifes han perdido especies y la abundancia de grandes peces ha disminuido en todos los lugares donde buceamos, excepto en Cabo Pulmo. Tras 14 años de haberse prohibido la pesca en ese sitio ?decretado Parque Nacional en 2000?, volvimos a encontrarnos con Mario Castro. «No van a creer lo que verán bajo el agua», nos dijo con un sonrisa.
Cuando saltamos al agua, su predicción se cumplió. Sobre un fondo arenoso, entre dos barras de coral, nadaban nerviosamente 12 pargos cenizos y ocho meros de más de metro y medio de tamaño. Esos grandes depredadores acechaban un banco de unas 100 mojarras rayadas, formando un cerco a su alrededor. Atrapado, el banco se compactó.
Entonces, los depredadores empezaron, por turnos, a cruzar el cardumen con las enormes bocas abiertas, atrapando uno o varios peces en cada ataque. Cada vez que un pargo o un mero atrapaba una presa, otros los confrontaban para quitársela.
La escena, similar al frenesí alimentario de grandes grupos de tiburones, se repitió por más de 10 minutos hasta que las mojarras fueron abatidas y sus escamas cayeron lentamente como una lluvia de brillantina sobre el arrecife. En inmersiones sucesivas pudimos observar meros de hasta dos metros de longitud, bancos de docenas de cabrillas sardineras y pargos, cientos de mantarrayas, miles de jureles y hasta tiburones toro y tigre.
Si esto es lo que vio Cousteau, es efectivamente más fabuloso que cualquier acuario que pueda existir. Así, al crearse el Parque Nacional Cabo Pulmo se dejaron de pescar 71 kilómetros cuadrados de mar. La protección, seguida por el buen manejo y cuidado del parque ?principalmente por parte de su comunidad? ha sido un éxito.
Es una de las reservas marinas de no-pesca alrededor del mundo que muestra que la recuperación de la vida marina es posible si se tiene visión a largo plazo y dedicación. En zonas abiertas a la pesca en el Golfo de California, en cambio, la presión ha continuado y los recursos marinos han sido diezmados.
La falta de recuperación incluye otras áreas marinas «protegidas» que permiten la pesca en casi su totalidad, como el Parque Nacional Bahía de Loreto (donde solo 0.07 % de su superficie, o 1.4 kilómetros cuadrados, está protegido de la pesca). Cabo Pulmo ha sido el único lugar en el Golfo de California donde ha habido cambios positivos y significativos respecto al número de especies, la abundancia de individuos y la talla de los mismos.
Hoy día, ahí se puede ver casi el doble de especies que vimos en nuestros censos de 1999. Además, es la única zona donde ha aumentado la biomasa de peces que habita los arrecifes. Mientras en 1999 la biomasa era la misma en Cabo Pulmo y el resto del golfo, la actual es más de cinco veces mayor aquí que en otros lugares del golfo.
Las reservas marinas donde no se pesca tienen efectos que van más allá de sus fronteras. No son áreas aisladas del resto; de hecho, pueden ayudar a recuperar zonas aledañas degradadas. Se ha demostrado que tras unos años de protección existe un «derrame» hacia el exterior de las reservas, es decir, hay migración de organismos adultos y exportación de huevos y larvas hacia zonas adyacentes no protegidas.
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En la reserva marina de las Islas Columbretes, en el mediterráneo español, por ejemplo, entre 4 y 7 % de las langostas de la reserva migran cada año, lo que permite mayores capturas de pesca alrededor de esta, beneficiando a los pescadores locales.
En Cabo Pulmo no se han realizado estudios de ese tipo, aunque sabemos que las flotas de pesca deportiva de Cabo San Lucas y Los Barriles, pueblos ubicados al sur y norte de Cabo Pulmo respectivamente, viajan cada vez más a las zonas cercanas al parque para realizar sus actividades de pesca.
También hemos observado cómo especies que son muy valiosas para la pesca deportiva, como atunes y wahoo, entran cada día al parque y se alimentan de diversas especies de peces en el arrecife, incluyendo sardinas. El éxito obtenido ha enterrado el dogma de que el desarrollo social y económico sostenible pasa por la destrucción de los ecosistemas naturales.
La organización social y la participación de la comunidad han sido la piedra angular del éxito de la reserva marina. Sus pobladores han apoyado al gobierno en todos los aspectos posibles. Han participado en la vigilancia y cuidado de las especies, como las tortugas marinas; en el mantenimiento del poblado, y en la creación de empresas turísticas para generar ingresos al parque y la comunidad.
Su protección no ha sido lujo de ricos ni sacrificio; ha proporcionado bienestar y beneficios económicos a las familias locales, con actividades no extractivas como el buceo. Antaño pescadores de perlas (como el abuelo de Mario Castro) y posteriormente de peces, los habitantes de Cabo Pulmo disfrutan hoy una calidad de vida muy superior a la de cualquier comunidad de pescadores artesanales en el Golfo de California.
Los pulmeños han entendido que, en el largo plazo, la protección deja ganancias constantes debido al capital natural conservado. En 2006, alrededor de 30 trabajadores activos generaron cerca de medio millón de dólares a través de actividades turísticas (buceo, pesca deportiva fuera del parque, estancias, restaurantes y abarrotes).
Pero un descuido en la planeación del área protegida ha puesto al arrecife en grave riesgo. Cuando el Parque Nacional fue creado, solamente una pequeña franja costera fue incluida dentro de los límites del parque, debido a que la legislación mexicana de aquel entonces no consideraba áreas protegidas mixtas para preservar la conectividad entre ecosistemas terrestres y marinos.
Actualmente los paisajes prístinos de dunas desérticas, humedales costeros y playas arenosas extensas colindantes con el parque están en la mira de grandes inversionistas que quieren importar el modelo de crecimiento turístico de sol y playa, antagónico al adoptado por los pulmeños.
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El primero ha llegado desde la costa mediterránea, importado por la empresa española Hansa Urbana, que promueve la construcción de un megadesarrollo denominado «Cabo Cortés».
De concretarse se construirían 3 655 habitaciones de hotel, 7 816 unidades residenciales, dos campos de golf, una marina con 490 amarres, varios centros comerciales, una gran planta desaladora, un aeropuerto privado, alrededor de 5 000 viviendas para los trabajadores que lleguen a la zona, y otras infraestructuras de apoyo.
La empresa ha conseguido una concesión para explotar los acuíferos de la región por los siguientes 30 años, por un volumen equivalente al consumo de agua de 183 000 habitantes diariamente. «Queremos mantener Cabo Pulmo así como está, para proteger las riquezas marinas para las futuras generaciones; esta es la perla de nuestro mar», nos dijo Mario Castro mientras regresábamos al poblado tras una inmersión estimulante.
De seguro que Mario y los otros lugareños desean que sus hijos puedan disfrutar de lo que ellos gozan ahora. En lugar de ser una cuenta bancaria de la que todos sacan pero en la que nadie invierte, Cabo Pulmo es una cuenta de ahorro con un capital que se incrementa y proporciona intereses que pueden ser aprovechados de manera sostenible a largo plazo.
Si la comunidad tuvo un enorme reto restaurando la vida marina del arrecife a lo largo de 15 años, ahora enfrentarán uno mayor: evitar la destrucción de tanto esfuerzo y convencer a quienes toman decisiones que el modelo que los pulmeños escogieron no solo es ecológicamente sostenible, sino que también es viable en términos económicos y socialmente responsable.