Algunas familias buscan que sus hijos dominen desde la niñez el idioma creado para el entendimiento entre los pueblos.
El pequeño Anton y su papá hojean un libro ilustrado. De repente, el niño grita entusiasmado «¡leono!» y señala con el dedo el dibujo de un león. Aunque a sus dos años apenas es capaz de pronunciar palabras aisladas, pronto podrá construir frases en una lengua extraña para la mayoría: Anton está aprendiendo simultáneamente alemán y esperanto.
Para sus padres, Robert y Carolin Weemeyer, este idioma artificial forma parte de su día a día. Hace años que se conocieron hablándolo y desde entonces participan con frecuencia en encuentros de esperanto. En una de aquellas reuniones coincidieron también los padres de la estudiante berlinesa Iris Wunsch Teruel.
«Mi madre es española y hablaba conmigo español. Mi padre, alemán. Y como se conocieron en esperanto, decidieron enseñármelo», cuenta en entrevista esta veinteañera trilingüe. Como en el jardín de infancia aprendía alemán, su padre empezó a dirigirse a ella sólo en esperanto. «Los niños aprenden deprisa. Desde entonces, sólo hablamos en esperanto, hasta día de hoy».
El esperanto fue ideado en el siglo XIX por el oftalmólogo judío Ludwik Lejzer Zamenhof, con el objetivo de facilitar el entendimiento entre los pueblos. Actualmente se habla en unos 120 países, pero no hay datos precisos sobre el número de personas que lo dominan.
En Alemania, los hablantes de esperanto se reúnen en Erfurt durante la festividad de Pentecostés e intercambian, entre otros, sus experiencias sobre la educación bilingüe en este idioma. Según la filóloga Sabine Fiedler, el número de «denaskaj esperantistoj» (hablantes nativos) sigue siendo muy limitado. Al parecer, en el mundo unas 350 familias, la mayoría internacionales, lo utilizan para comunicarse en casa, aunque también aquí faltan datos precisos.
A lo largo de la historia ha habido más de 1,000 intentos de crear una lengua que facilitara la comunicación internacional, pero hasta la fecha, «sólo el esperanto ha conseguido pasar de proyecto a idioma plenamente activo», señala Fiedler. Si el primer diccionario monolingüe de esperanto tenía 900 términos radicales, actualmente comprende unos 17,000.
Así, palabras como por ejemplo «komputilo», «Fejsbuko» o «Tvitero» (PC, Facebook y Twitter) tienen ya su equivalente en esperanto, un idioma que se compone en 75 por ciento de palabras procedentes del latín o de lenguas romances.
Anualmente se editan más de 200 publicaciones en esperanto, desde novelas policiacas a cómics. Además, hay unas 350 revistas, música pop, cortometrajes y programas de radio en esta lengua artificial. «Somos una comunidad lingüística pequeña, pero productiva», afirma el presidente de la asociación germana de esperanto, Sebastian Kirf.
Gracias a su sencilla gramática, sin apenas excepciones, y a una morfología aglutinante con prefijos y sufijos de significado reconocible, el esperanto resulta más fácil de aprender que otros idiomas. A menudo, con dos o tres cursos intensivos de fin de semana es suficiente para mantener una conversación simple.
No obstante, pese a estas ventajas el esperanto sigue sin lograr el objetivo con el que fue creada: convertirse en segundo idioma de la población mundial. Según Kirf, esto se debe a la ausencia de lobbys que lo impulsen, pues al contrario de lo que sucede con el inglés, el esperanto no cuenta con el respaldo de fuerzas políticas o económicas.