Una expedición al Macizo Tamu, en el océano Pacífico, revela algunas sorpresas.
Después de 36 días de lidiar con tiburones que no dejaban de morder sus equipos, los científicos han regresado de los confines del Océano Pacífico con una nueva perspectiva del Macizo Tamu, el volcán más grande ?y quizás, el más misterioso- del mundo.
Y ahora, han comenzado a producir mapas 3D que ofrecen las vistas más claras jamás logradas del volcán submarino, el cual cubre una superficie equivalente al territorio de Nuevo México. En los próximos meses, refinarán los mapas y analizarán los datos con la finalidad de averiguar cómo se formó la montaña.
William Sager, geólogo de la Universidad de Houston y director de la expedición, dice que es posible que el borde occidental del Macizo Tamu sea, de hecho, una montaña independiente que se formó en una época distinta. Eso explicaría algunas diferencias entre el lado occidental y el cuerpo principal de la montaña.
El equipo halló también que el macizo (nombre que designa a una montaña enorme) está marcado con gran número de cráteres y acantilados.
El análisis magnético ha proporcionado información sobre la génesis del volcán y sugiere que una parte se originó mediante emisiones continuas de lava en la intersección de tres cordilleras centro-oceánicas, aunque otra parte es más difícil de explicar. Una teoría preliminar es que una gran columna de roca candente del manto pudo haber aportado calor y material adicional, una idea bastante novedosa.
El Macizo Tamu yace a unos 1,600 kilómetros al oriente de Japón. Es un domo redondeado, o volcán en escudo, que mide 450 por 650 kilómetros. Su cúspide se encuentra a unos 2,000 metros bajo la superficie del mar, y es 50 veces más grande que el Mauna Loa de Hawái, el volcán activo más grande de la Tierra.
En 2013, Sager publicó un artículo donde sugería que, probablemente, el surgimiento principal del Macizo Tamu fue un volcán único, en vez de un complejo de varios volcanes que se fusionaron. No obstante, no pudo explicar cómo se formó algo tan grande.
El equipo utilizó sonar y magnetómetros (que miden campos magnéticos) para mapear, con gran detalle, más de un millón de kilómetros cuadrados del fondo marino. Sager y sus estudiantes se unieron a Masao Nakanishi de la Universidad de Chiba, Japón y trabajaron con el apoyo financiero otorgado a Sager por la Sociedad National Geographic y el Instituto Oceanográfico Schmidt.