Parece que los sobrevivientes pudieran regresar a la vida que tenían antes de padecer la enfermedad.
Se superaron la operación, la quimioterapia y los rayos, y la rehabilitación dio nuevas fuerzas. El pronóstico es bueno y, por primera vez, los pacientes sienten una gran felicidad, comenta Martin Wickert, director de la asesoría psicológica para pacientes con cáncer en la clínica universitaria de Tubinga, en Alemania. Los pacientes intentan volver a su rutina lo antes posible, y es entonces cuando comprueban que es más difícil de lo que creían.
"Muchas veces se trata de efectos residuales del tratamiento a los que al principio no se les presta atención pero que pueden ser de peso con el paso del tiempo", dice Wickert. El rendimiento no es el mismo que antes y las cosas que antes se resolvían sin esfuerzo ahora pueden cansar mucho más rápido. Incluso tomar las cosas con la mano puede ser más difícil porque, debido a los daños en los nervios, las manos y los pies se sienten como anestesiados. "Se suele subestimar el tiempo que pueden tener efecto las consecuencias de una terapia", señala el profesor Dirk Jäger, director de Medicina Oncológica en el Centro Nacional de Enfermedades Tumorales en Heidelberg.
Sabine Schreiber, quien preside la asociación "Vivir después del cáncer", recuerda cuando volvió a trabajar después de 13 meses de tratamiento contra la leucemia con quimioterapia y rayos, porque creía que podía regresar a su antigua vida "sin problemas". Pero después de un año, esta mujer de 40 años oriunda de Berlín comprobó: "Las cosas no vuelven a ser como antes". Se le diagnosticó síndrome de fatiga, que suele aparecer durante o después del tratamiento contra el cáncer. Este síndrome se manifiesta a través de un agotamiento físico y mental que no se puede combatir sólo con descanso y sueño.
Para la familia y amigos es difícil percibir los efectos secundarios de un cáncer porque no suelen ser visibles exteriormente.
"La gente cree que cuando vuelve a crecer el pelo está todo bien. Cuando aparecen las consecuencias más tardías, uno está solo", dice Schreiber.
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Jäger señala que también se suelen subestimar los efectos psíquicos. "Vivir una experiencia como ésta, que pone en riesgo la vida, impacta a muchas personas. Elaborar esta vivencia puede llevar mucho tiempo". La sensación de que el cáncer "lo invade" a uno genera inseguridad y a veces también depresiones dado que "se pierden las perspectivas de vida y la seguridad", afirma el psicólogo Martin Wickert. A esto se suma el temor a que vuelva a aparecer un tumor.
Wickert apunta que no es tan fácil encontrar ayuda competente. Sin embargo, en muchos clubes y clínicas hay centros de asistencia para quienes han padecido esta enfermedad.
"Los grupos de autoayuda son buenos para respaldar los tratamientos profesionales porque los consejos de los afectados son auténticos", dice Wickert. Sin embargo, añade: "No son para cualquiera, ya que algunas personas no se quieren ver confrontadas con su enfermedad". Los relatos de los demás despiertan el recuerdo de lo que uno mismo ha pasado y hacen renacer los miedos. "Del todo no se lo supera nunca", dice Wickert. "Pero el objetivo es volver a ganar mucha seguridad de modo que sea posible volver a mirar con esperanza hacia el futuro".
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