Foca, pato y ballena, entre la dieta esquimal.
El diario alimenticio visual del fotógrafo Mathieu Paley, comienza oficialmente en la costa este de Groenlandia, la primera parada de su viaje por varios países:
Diciembre de 2013
Durante cuatro horas, el sol trata de salir. Finalmente, decide volver a dormir, como diciendo que el camino está muy frío como para siquiera molestarse. Estoy de acuerdo, pero yo he venido aquí para trabajar. Tengo planes para visitar seis países en cuatro meses. Será un itinerario apretado, pero me gusta un reto, o dos.
Después de mucha investigación, y luego de considerar otros destinos, las obligaciones familiares y un montón de cosas más, he elegido un lejano pueblo esquimal en el este de Groenlandia. Es diciembre. Quizás no sea el mejor momento para ir hacia el Polo Norte, pero he aprendido que ir en temporada baja a menudo tiene sus ventajas. Cuando menos eso es lo que me digo.
En un lugar de roca y hielo, nada se atreve a crecer excepto algunas bayas en el corto verano. Todos los alimentos que no provienen del exterior deben venir del mundo animal. Los esquimales son los más acostumbrados a la dieta de pura carne.
Isortoq es un pequeño pueblo de 64 habitantes, apiñado en casas de madera esparcidas como dados gigantes a un lado de la capa de hielo. Después de cuatro diferentes vuelos y dos paseos en helicóptero sobre un paisaje glacial, he llegado. La localidad más cercana está a dos días a pie, a través del país del oso polar.
Bent Igniatiussen alimentando a sus perros.
Bent, mi anfitrión, abre la frígida casa de huéspedes. Pregunto si en vez de hospedarme ahí podría quedarme con su familia. Quiero estar con ellos, para compartir la comida y con la intención de conseguir buenas imágenes. Les muestro un ejemplar de National Geographic, con una historia reciente que retraté. Vociferando en tunu, la lengua local, observan la impresionante caravana de yaks en lo profundo de la cordillera del Pamir en Afganistán.
Después de un rato, me dan un buen rincón de la pequeña sala de estar, junto a la mesa de comer, y pongo mi almohadilla de espuma. Estoy agotado. Afuera, los perros están aullando. Me cuesta conciliar el sueño. Siempre hay tensión interna en el comienzo de un reportaje. Estoy a punto de empezar.
La cabeza de un oso polar es colocada en la mesa para que se descongele.
Finalmente el amanecer llega (a las 11 horas) en un espectáculo hermoso y suave. Pero esto no durará mucho tiempo, así que debemos darnos prisa.
Salimos de cacería en el barco de Bent. Dina, su esposa, se queda en la proa, escrutando el horizonte, pistola en mano. Sus ojos rasgados están parcialmente ocultos detrás de un sombrero de piel de zorro hecho a mano. En la tenue luz azul, zigzagueamos entre icebergs. ¡BAAANG! Las balas chocan con la naturaleza. Fantaseo con los tranquilos días de cacería con arpón desde un kayak de piel de foca. Ellos querían focas, pero hoy sólo consiguen perdices nivales y un pato salvaje, y luego se apresuran a casa antes de que oscurezca. Son las 2:30 de la tarde.
Los esquimales hierven toda la carne. La carne hervida se parece a cualquier otra carne hervida. Increíblemente aburrido. Nuevamente en la cocina, me encojo de hombros. Le explico a Bent lo que me gustaría ver. Tal vez mi emoción salta a la vista. «Si tienes tanta prisa, ¿por qué no llegaste ayer?», dice sonriendo.
Me lleva a una habitación sin calefacción en la entrada de la casa. Hace un frío congelante. El olor de la grasa pega fuerte. El piso de madera es resbaladizo. Pero no es el típico olor a grasa -es más como a grasa mezclada con el océano frío cubierto de algas-. Aquí, en una esquina está la pata de una foca, allá un trozo endurecido de carne de ballena asesina con piel. Todo está congelado, cortado en trozos y envuelto en plástico. Me pregunto por las piezas más grandes, las que no cabrían aquí. Éstas, tengo la esperanza, podrían contar una historia. «Ah, esas las guardamos en las afueras de la aldea. En ocasiones vamos allá, a conseguir más carne para nosotros y para alimentar a nuestros perros de trineo», explica Bent.
La aleta dorsal de una orca es utilizada como alimento para personas y perros por igual.
Una escena familiar, pescando en domingo por la tarde.