Miles huyen de la represión y la pobreza que impera en el país al que no puede ingresar la ONU ni la prensa.
Decenas de miles de eritreos intentan cada año comenzar de cero en Europa. Para ello se enfrentan a una peligrosa travesía por el mar Mediterráneo que, en muchos casos, termina con la muerte. Sin embargo, pese al elevado riesgo, la huida parece ser una alternativa mejor a quedarse atrapado en este empobrecido país del Cuerno de África gobernado de manera dictatorial.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), los eritreos suponen la segunda nacionalidad de emigrantes y refugiados que huyen de su país en precarias embarcaciones, sólo por detrás de los sirios.
"La principal causa de su huida es la increíble represión de todas las libertades que lleva a cabo el gobierno", explica Leslie Lefkow, vicedirectora para África de la organización humanitaria Human Rights Watch. En Eritrea no existe oposición como tal, como tampoco hay medios independientes ni asociaciones civiles.
Desde hace años, miles de disidentes cumplen prisión en condiciones terribles. El Departamento de Estado norteamericano acusa al país de secuestros, torturas y asesinatos selectivos de opositores, entre otros delitos.
El presidente Isaias Afwerki lleva gobernando el país con mano de hierro desde 1993, cuando Eritrea se independizó de Etiopía. Por eso, en ocasiones se la califica como "la Corea del Norte africana", por sus semejanzas con la dictadura de Kim Jong-un. Y es que Eritrea también está prácticamente aislada: no hay voces independientes en el país, los medios internacionales no pueden enviar reporteros y es muy difícil conseguir un visado. Ni siquiera la enviada especial de la ONU para comprobar la situación de los derechos humanos Sheila B. Keetharuth pudo entrar en el país.
El año pasado, uno de cada cinco refugiados que llegó por mar a Italia procedía de Eritrea. Según ACNUR, la cifra total se situó en 34,300. Y la situación en Grecia es similar. Una vez que alcanzan las costas europeas, los eritreos solicitan asilo político sobre todo en Suecia, Alemania y Suiza. Según datos de las autoridades germanas de migración, en 2014 solicitaron asilo en el país 13,200 eritreos, superados sólo por los sirios (39,300) y los serbios (17,200).
Son sobre todo los jóvenes quienes emprenden la huida a Europa. Y entre los motivos, el servicio militar tiene un peso especial: Eritrea obliga a todos sus ciudadanos, sin excepción, a cumplir 18 meses de servicio armado. Sin embargo, muchos son retenidos durante años en contra de su voluntad, algo que las organizaciones humanitarias califican como esclavitud moderna. "Esa es una de las grandes causas del éxodo desde Eritrea", explica Lefkow. "A los reclutas apenas se les paga y, a menudo, son maltratados".
En realidad, la esclavitud y los trabajos forzados están prohibidos en Eritrea. Pero, según el Departamento de Estado norteamericano, desde 1998 hay una normativa que permite saltarse la ley: debido a la guerra con Etiopía, en aquel entonces se declaró el estado de excepción.
El gobierno de Eritrea contempla la multitudinaria huida del país con cinismo. Afirma que los jóvenes y críticos abandonan el país, contribuyendo así a estabilizar el régimen, y ve con agrado cómo muchos refugiados envían regularmente dinero a sus familias desde el extranjero. Además, según datos de la ONU, el gobierno grava con un "impuesto sobre la diáspora" del 2 por ciento los ingresos de los refugiados, bien a través de embajadas, cobradores ilegales o durante una eventual visita a casa.
Además de la represión política, entre los motivos que impulsan a los eritreos a huir figura también la pobreza en que vive sumido el país. De acuerdo con el índice de desarrollo de Naciones Unidas, que contempla factores como la sanidad o la escolarización, Eritrea se encuentra en el puesto quinto del ranking mundial. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el producto interior bruto de este país de seis millones de habitantes se situó en 2014 en unos 4 millones de dólares (a modo de comparación: el alemán fue de unos 3,800,000 millones de dólares).