El reciente temblor ha sido la desgracia natural que más ha golpeado a la herencia cultural nepalí.
Casi dos semanas después del devastador terremoto que sacudió la región del Himalaya, Rajesh Suwal sigue dando vueltas por Swayambhu, una antigua estupa budista que se erige sobre una colina en el oeste de Katmandú. "Estoy un poco perdido", cuenta. "Simplemente, no sé por dónde empezar".
Alguien tiene que limpiar los escombros, precintar la zona, realizar un inventario para proteger y preservar lo que quede y abastecer con agua y comida a los residentes. Por no hablar de la escasez de tiendas de campaña para los miles de vecinos que se quedaron sin techo el pasado 25 de abril, cuando la tierra tembló con una magnitud de 7.8 en la escala de Richter llevándose más de 7,500 vidas.
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La zona en la que se encontraba este templo del siglo V parece que hubiera sido arrasada por un bombardeo. Veintisiete monumentos religiosos y edificios se encuentran en ruinas, al igual que cientos de viviendas. Numerosos ídolos, estatuas, campanas o piezas de cerámica procedentes de los tejados están esparcidos por el suelo, hechos pedazos. El dios hindú Mahankal quedó separado de su caballo y apenas restan en pie las patas de un pavo real sobre un pedestal de piedra.
La situación es "absolutamente dramática", afirma el director de la Unesco en Nepal, Christian Manhart. Ninguna otra catástrofe natural en la historia reciente del país ha causado tanto daño a su herencia cultural, añade. "Sólo en el Valle de Katmandú, tres cuartas partes del patrimonio están muy dañadas. Y fuera de aquí estamos comenzando la evaluación, pero las noticias que tenemos hasta ahora no son muy alentadoras".
De los siete sitios declarados Patrimonio de la Humanidad, la Plaza Durbar de Katmandú es la más dañada. "El 80 por ciento de los templos se han venido abajo, al igual que parte del palacio real", señala el arqueólogo. Entre los edificios que formaban el complejo palaciego había una casa del siglo XVI construida, según se contaba, con la madera de un único árbol. Pero el terremoto hizo que su estructura se derrumbaba justo cuando en su interior había un grupo de personas donando sangre. Todos murieron.
En el monasterio de Karma Raja Mahavihar, varios monjes envueltos en túnicas color azafrán evalúan las ruinas entre las que hasta ahora solían realizar sus oraciones. En el suelo yacen las dañadas ruedas de plegarias, entre textos religiosos y cristales rotos.
Los restos de valor, como algunas de las piedras, están siendo almacenados en la casa de Rajendra Lal Manandhar. El secretario del monasterio sospecha que durante los primeros días pudieron cometerse muchos robos, pues apenas había seguridad. Sólo dos guardias locales vigilaban entonces la zona, que ahora está acordonada en su mayor parte y custodiada por una docena de agentes.
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"Una pareja vino a rezar tres días después del terremoto y les permitimos entrar en una estupa. Robaron dos pequeños ídolos, pero por suerte, nuestros voluntarios los vieron y los recuperaron", relata Suwal, miembro del comité de gestión de la zona. También han desaparecido otros objetos pequeños como figuras de terracota, añade, que son detectados previamente por drones de juguete. Y esto ha obligado a las autoridades a prohibirlos.
"Los vecinos protegen la mayoría de estos lugares porque las comunidades viven entre los templos", señala Manhart. "Les pertenece, forma parte de su vida diaria y los han venerado desde hace siglos. Pero siempre existe el riesgo de saqueos, aquí y en todo el mundo, en este tipo de situaciones". Además, los robos no son la única amenaza a la que se enfrenta el patrimonio histórico nepalí.
En algunas zonas, los equipos de rescate acudieron con excavadoras para retirar los escombros, y su intervención causó daños irreparables, lamentan los arqueólogos. "Intentamos evitarlo en cuanto nos enteramos", explica Manhart. Pero "era muy difícil convencer a las autoridades, porque se sentían muy presionadas para salvar vidas". Y pensaban que con excavadoras sería más rápido retirar los escombros, añade.
Lo mismo sucede con los recursos: se han centrado en proporcionar ayuda y socorro, sin prestar mucha atención a la consolidación urgente del patrimonio dañado o la evaluación de daños. "Antes de emprender la restauración, necesitamos saber a cuánto ascienden los daños", señala el director de la Unesco en Nepal. Mientras tanto, la oficina regional ha remitido una llamada "flash", más común para emergencias humanitarias que culturales.
"Hemos apostado por esta medida excepcional porque en Nepal, la cultura es una de las principales fuentes de ingresos gracias al turismo", dice el experto. Y se muestra confiado en la restauración. "Hay muchos artesanos con talento que pueden recrear las construcciones tal y como se hacían en los siglos XVI y XVII. Al contrario que en muchos países del mundo, estas artes han sobrevivido en Nepal", afirma. "Y disponemos de una documentación excelente".
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