Los planes de una nueva línea surgieron desde 1929, tomará años, y al menos 17,000 millones de dólares.
Traquetean, se balancean mucho y no siempre están limpios, pero son fiables: a diario los convoyes de las líneas 4, 5 y 6 trasladan a casi 1.6 millones de usuarios por Manhattan, un cifra que supera a los usuarios del subterráneo en Chicago y Boston juntos. Ahora la Gran Manzana está construyendo una nueva línea, la primera en 70 años, y será el metro más caro del mundo.
La ruta de las tres líneas se considera complemente sobrecargada y necesita auxilio. Varios miles de operarios agujerean el suelo de Manhattan, una de las áreas más pobladas del mundo occidental. Y aunque el gigantesco proyecto no está exento de polémica, se sigue excavando.
Existen planes para la nueva línea desde hace bastante tiempo, en concreto desde 1929. Y 80 años después comienzan los trabajos de los 14 kilómetros que cubrirá el trayecto: desde la calle 125 en Harlem, hasta Hanover Square, en la parte más baja de Manhattan.
Las estimaciones apuntan a que el proyecto costará al menos 17,000 millones de dólares. Esta cifra equivale a la mitad del presupuesto de defensa de un país como Alemania. Hasta el canal de Panamá, si se pudiera traspasar su valor a la actualidad, habría costado menos.
"Tenemos un plan concreto para la línea, pero para las fases 2, 3 y 4 sencillamente no tenemos el dinero. Tan pronto llegue, arrancaremos", afirma Amanda Kwan, de la Metropolitan Transportation Authority (MTA).
El MTA es la entidad que gestiona el transporte neoyorquino, que a diario usan más de 11 millones de personas. ¿Y cuándo llegará el dinero? Nadie lo sabe. Se trata de años, de muchos años.
"La primera fase está completa en un 84 por ciento", señaló Michael Horodniceanu. El director de la obra sube a diario cientos de escaleras para buscar falencias en la fase 1, que abarca de la calle 96 a la 57, no lejos de Times Square. Sólo ese tramo cuesta más de 4,100 millones de dólares. Estamos cumpliendo con el plan, subraya Horodniceanu. Para diciembre del año próximo se habrá terminado.
Ya se han colocado las vías y el hormigón que las rodea es de color gris claro, casi blanco. Nada que ver con el resto de los túneles del metro de Nueva York que tienen ya casi cien años. Aquí no hay animales. "A las ratas les gusta el hormigón", señala Horodniceanu. "Les gusta la comisa. Si las personas no tirasen la comida, no habría en el metro ninguna rata". Al parece los neoyorquinos tiran mucha comida.
Las excavadoras avanzan 20 metros al día. En algunas zonas debajo de Manhattan los trabajadores están encontrando más agua de lo esperado. Ahí hay que actuar sobre el suelo antes de poder seguir avanzando.
Los operarios ya han sacado 352,000 metros cúbicos de tierra y casi 450,000 metros cúbicos de roca.
Con el primer "subway" nuevo en Nueva York en 70 años, "todo será mejor", asegura Horodniceanu, quien explica que las estaciones nuevas contarán con climatizadores. "En las estaciones antiguas los trenes hacen aumentar la temperatura. Por eso tenemos ahí 40 grados cuando fuera hay 30", argumenta.
Algunas estaciones tendrán una longitud de 400 metros, pero seguirán sin contar con un baño ("Imposible mantenerlos limpios con tantas personas", aseguran los gestores). Y los trenes que serán algo más modernos, seguirán contando con un conductor.
Pero el nuevo metro ha provocado también un gran descontento. Los neoyorquinos tienen el pabellón auditivo adaptado al ruido, pero las perforadoras y las excavadoras que trabajan hasta las 22 horas en una de las áreas más habitadas de Estados Unidos ha sido el colmo.
Los comerciantes se han quejado de que el ruido les espanta la clientela. "Mi tienda está desde hace años escondida tras una verja de obra", asegura una óptica. "Me puedo olvidar del cliente que pasaba por delante", agrega.
También los restauradores están enojados: "Nuestro local pierde atractivo con la obra delante. No puedo restaurar sillas fuera por tercer verano consecutivo", señala otro.
Horodniceanu escucha las críticas pero no puede hacer nada. "Nuestras investigaciones muestran que en la Primera y la Tercera Avenida hay la misma cantidad de espacio vacío para el comercio. "Cuando hayamos terminado, la calidad de vida aquí será enorme", agregó.