A tres décadas de descubierto el famosos barco, el turismo y el tiempo parecen ser sus enemigos actuales.
Hace treinta años, el explorador marino estadounidense Robert Ballard, junto con su colega francés Jean-Louis Michel, hicieron el hallazgo de su vida: se toparon con los restos del Titanic, que descansaban a casi cuatro kilómetros debajo del mar.
El descubrimiento de uno de los naufragios más famosos del mundo provocó años de investigación, rescate y el turismo, junto con las preocupaciones sobre su conservación.
El Titanic fue a parar en aguas internacionales, a unas 380 millas (612 kilómetros) al sureste de Terranova. De acuerdo con el derecho marítimo, un naufragio en aguas internacionales no tiene jurisdicción de alguna nación, y como la compañía propietaria del Titanic dejó el negocio hace mucho tiempo, cualquier persona con el equipo y la experiencia para llegar a la nave podía bajar a visitarla y regresar con los artefactos que hallase.
Los visitantes del sitio han dejado su marca: montones de basura. Algunos expertos afirman que los sumergibles usados en estas visitas han dañado la nave al aterrizar o tropezar con ella. Y los procesos naturales están rompiendo el Titanic, también. Moluscos han engullido la mayor parte de la madera del Titanic, mientras que raras bacterias corroen el metal.
¿Qué le depara el futuro al Titanic?
La buena noticia es que el buque ha estado bajo el agua durante más de cien años. Eso lo pone en una nueva categoría: ahora cae bajo los sitios históricos factibles de protección por las Naciones Unidas a través de la UNESCO.
Otra buena nueva es que Canadá reclama el terreno sobre el que se asienta. En la actualidad, los terrenos sobre los que descansa están más allá de la zona económica exclusiva de Canadá, pero se puede solicitar un reclamo de extensión.
Por último, parece que los caza-tesoros han llegado a un punto de rendimientos bajos.
¿Qué pasará con el propio barco? ¿Cuál es su estado de conservación?
La mayor parte de la destrucción del Titanic la están haciendo los seres humanos. El casco en sí es muy fuerte y la sección de la proa está incrustada en la parte inferior, lo que mantiene a la nave unida. Tenemos la tecnología para conservar el barco. La conservación y la preservación in situ son posibles, pero quién haría eso. El problema son los costos.
Se cree que el turismo al sitio alcanzó su punto máximo. Los costos para sufragar una visita al lugar son muy altos. En los últimos 10 años las expediciones a este lugar han sido casi inexistentes.