Racistas, farsantes y misóginos: conozca a la galería de bribones ganadores del Premio Nobel.
EnNational Geographic damos un vistazo a los laureados Nobel bien podríamos haber descartado.
Unos no dieron el reconocimiento a las colegas que hicieron posible sus logros; otros usaron su fama para promover ciencia chatarra; y otros más, so pretexto de proseguir la búsqueda de conocimientos, sacaron a relucir su fanatismo.
Por mera conveniencia, hemos dividido en categorías a estos errores de la historia Nobel:
Supremacista blanco
Como coinventor del transistor, William Shockley llevó el silicio (en inglés, silicon) a Silicon Valley. Por desgracia, fue un racista impenitente.
Ganó el Premio Nobel de Física en 1956, pero años después, pese a su absoluta falta de educación formal en biología y genética, Shockley intentó usar esos campos de estudio para apoyar un conjunto de ideas racistas conocidas como eugenesia.
En particular, hizo una advertencia sobre la ?evolución retrógrada?, pues consideraba que los negros se reproducían más rápido que los blancos, a quienes consideraba intelectualmente superiores. Una de las ?soluciones? que proponía era reemplazar el sistema de bienestar social por incentivos financieros, a fin de que los individuos ?genéticamente en desventaja? se dejaran esterilizar.
Negación de la ciencia
Kary Mullis, ganador del Premio Nobel de Química de 1993, se regodea en su reputación de ?disidente?. En su autobiografía, Bailando desnudo en el campo de la mente, glorifica las virtudes de la astrología, describe un posible encuentro alienígena (que se le apareció como un mapache parlante y radiante) y sin el menor empacho, reconoce haber usado LSD en repetidas ocasiones.
Por desgracia, las teorías disidentes de Mullis también incluyen la negación del SIDA. Ha brindado su prestigio de laureado Nobel para respaldar las teorías del biólogo molecular Peter Duesberg, quien afirma ?a pesar de la abrumadora evidencia en contra- que el virus del VIH es inofensivo y que el SIDA se debe al uso de drogas recreativas y los medicamentos anti-VIH.
Agente de la guerra
En 1918, otorgaron el Premio Nobel de Química a Fritz Haber, porque desarrolló un método que permitía sintetizar amoniaco a partir de nitrógeno e hidrógeno para usarlo como fertilizante. El descubrimiento incrementó las cosechas en todo el mundo, y Haber fue celebrado como el hombre que hizo ?pan del aire?.
Pero Haber sería conocido después por otro invento: la matanza masiva industrializada. Durante la Primera Guerra Mundial inició un programa para desarrollar y transformar el cloro en un arma que podía usarse en el campo de batalla. El 22 de abril de 1915, Haber supervisó, personalmente, la distribución de 6 000 cilindros del gas en Ypres, Bélgica, matando a 1 000 soldados franceses y argelinos en menos de diez minutos.
El ganador menos calificado
Nils Gustaf Dalén ganó el Premio Nobel de Física de 1912 para conmemorar su insigne investigación sobre? faros. Su invento, Solventil, era una válvula solar que regulaba la operación de las lámparas de gas. El dispositivo apagaba el faro al amanecer y volvía a encenderlo, automáticamente, al caer la noche; o durante el día, en condiciones de mucha nubosidad o bruma.
Sin duda era un invento ingenioso, pero no se puede decir que fuera una invención que cambiaba paradigmas, sobre todo en una época en que Max Planck y otros científicos estaban revolucionando nuestros conocimientos en el campo de la física.
?A la fecha, es el premio menos impresionante de cualquier categoría científica?, escribe Burton Feldman en su libro, The Nobel Prize: A History of Genius, Controversy, and Prestige. ?Parece que fue conferido porque la academia no podía decidir entre candidatos mucho más impresionantes, como Planck?.
Más tarde se supo que la intención inicial de la academia fue ofrecer un premio conjunto a Nikola Tesla y Thomas Edison, por sus contribuciones al desarrollo de la electricidad. Pero Tesla se negó a compartir la distinción con Edison. Algunos relatos históricos afirman que Tesla seguía muy disgustado por un desacuerdo financiero con Edison; otros dicen que Tesla consideró ofensiva la propuesta de compartir el premio con un vulgar inventor.
Y así, el premio quedó en manos de un hombre que encontró la manera de construir un mejor faro.
Sexistas despistados
Buena cantidad de laureados debieran estar en esta categoría, en particular los que negaron a sus colegas mujeres el merecido reconocimiento público por sus investigaciones.
Con todo, un nombre se destaca para un reconocimiento especial: sir Tim Hunt, Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 2001.
En junio 2015, el bioquímico británico ocasionó un tsunami en los medios sociales cuando, durante un almuerzo con reporteras y científicas de Seúl, hizo el siguiente comentario: ?Quiero hablarles de mi problema con las chicas. Pasan tres cosas cuando están en el laboratorio: te enamoras de ellas, se enamoran de ti y lloran cuando las criticas. ¿Tal vez deberíamos hacer laboratorios distintos para chicos y chicas??.
Más tarde, Hunt se medio disculpó, diciendo que lamentaba haber ofendido a alguien y que sus palabras ?pretendían ser un comentario gracioso, irónico?. No obstante, también dijo a un co-panelista que su observación partía de la ?honestidad?, pues reflejaba su aparente desconocimiento debido a la enorme falta de representación femenina en los campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
?Declaraciones como esa son indicativas de una actitud muy arraigada que, efectivamente, dificulta que las mujeres progresen en el mundo de las ciencias?, escribió Deborah Blum, autora científica galardonada con el Pulitzer.
Ladrones de créditos
Hay una larga y vergonzosa historia de Premios Nobel otorgados a hombres en vez de sus colegas mujeres.
Quizás el ejemplo más ilustre sea Joshua Lederberg, distinguido con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1958, por una investigación que realizó con su primera esposa, la microbióloga Esther Lederberg.
Esther Lederberg descubrió un virus que infecta bacterias y con ayuda de su esposo, desarrolló un método para transferir las bacterias de una caja de Petri a otra. Para sus primeros experimentos, usaron su maquillaje en polvo para recoger y depositar las bacterias en un recipiente de laboratorio. Hoy día, los científicos utilizan una técnica parecida para estudiar la resistencia a los antibióticos.
Pese a sus contribuciones, la señora Lederberg no compartió el Premio Nobel con su marido, quien solo la mencionó una vez en su conferencia Nobel.
Mal, simplemente
En 1926, el científico danés Johannes Fibiger ganó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina por descubrir lo que, según él, era un parásito que causaba cáncer; audaz idea que resultó ser un error fenomenal.
Fibiger estudiaba ratas salvajes con tumores verrugosos que, según él, eran una forma de cáncer ocasionada por gusanos parasíticos. Le otorgaron el Premio Nobel con la declaración de que su hallazgo era ?la mayor contribución a la medicina experimental de nuestra generación?.
Pero no lo fue. Aunque es cierto que algunas infecciones pueden producir cáncer, la enfermedad de las ratas no se debía a los parásitos. Ni siquiera era cáncer. Los tumores verrugosos del estómago de las ratas eran consecuencia de una deficiencia de vitamina A, que exacerbaban los parásitos.
¿Por qué el Nobel? ?El amanecer de la era microbiana llegó al final del siglo XIX y él vivió a principios del siglo XX?, informa Julie Parsonnet, profesora de epidemiología de la Universidad de Stanford. ?A la gente le entusiasmaba la posibilidad de que las infecciones fueran la causa de todo?. Y por supuesto, tampoco resultó inconveniente que Fibiger tuviera amigos en el comité Nobel.
La pesadilla de ser James Watson
James Watson es una categoría en sí mismo. El co-descubridor de la estructura del ADN no pierde la oportunidad de ofender.
Durante un discurso en Berkeley, sugirió que hay nexos bioquímicos entre la libido homosexual y el color de la piel (?Por eso que tienen latin lovers [amantes latinos]?) y entre el peso corporal y la ambición. En una entrevista, declaró que ?algo del antisemitismo está justificado?. Jamás dio un reconocimiento a Rosalind Franklin, cuyo trabajo en cristalografía de rayos X hizo posible su descubrimiento, aunque se aseguró de criticar su aspecto y sus gustos en el vestir.
Justo cuando parecía que no podría llegar más lejos, Watson se declaró ?inherentemente pesimista sobre las perspectivas de África?, porque ?todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia es igual a la nuestra, mientras que todas las pruebas afirman que no es así?.
El año pasado, en un arranque de rencor y autocompasión, Watson subastó su medallón del Premio Nobel por 4.1 millones de dólares. Es el único laureado que lo ha hecho.
Con la colaboración de Rachel A. Becker y Jane J. Lee.