Ahmad Abdilli huyó del movimiento bélico en Siria, para rehacer su vida en Alemania y dedicarse a su mayor pasión: la danza.
Ahmad Abdlli bailaba con pasión en una compañía de danza en Siria. Pero luego recibió su convocatoria al Ejército y decidió huir de la guerra y del servicio militar. Tras una larga travesía llegó el 1 de octubre a Alemania, donde el destino le tenía preparada una sorpresa.
Como tantos sirios en 2015, el joven de 23 años abandonó Damasco dejando atrás a su familia. En su huida pasó algunos meses en el Líbano antes de emprender la ardua "ruta de los Balcanes" por media Europa: Turquía, Grecia, Macedonia, Serbia, Croacia, Hungría, Austria y, finalmente, Alemania.
"Una larga travesía", recapitula ahora. Alemania no era un destino desconocido para él: ya había actuado en el país como bailarín de las compañías Joullanar Theatrical Dance y Khota Theatrical Dance, así como en Rusia y varios países árabes (incluido un evento ante 120,000 personas en Qatar).
Lo que sí resultó nuevo fue el sitio en el que recibió acogida: Ahmad llegó a Dresde, la ciudad del este de Alemania en donde se encuentra la Universidad de Danza de Palucca, famosa por su vocación internacional: más de la mitad de los alumnos son extranjeros y casi todos hablan más de una lengua.
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Como muchas otras instituciones culturales de Dresde, la escuela quiso dar la bienvenida a los refugiados poniendo algo de variedad en su difícil día a día en centros de acogida.
"Queríamos ofrecerles no sólo un espectáculo, sino también algo en lo que pudieran participar", explica Eilen Mägel, responsable de relaciones internacionales de la escuela.
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Cuando varios estudiantes de danza de Palucca ofrecieron un taller de danza jazz e improvisación en noviembre, Ahmad Abdlli se encontraba entre el público.
"En seguida todos quisieron participar: no sólo niños de todas las edades, sino también muchos hombres", explica Mägel. "Fue increíble. La atmósfera era maravillosa y los refugiados se entusiasmaron muchísimo. Realmente nos conmovió. Vimos con claridad que la danza es el lenguaje correcto".
También Ahmad se unió a los estudiantes y dominó rápidamente las secuencias que bailaban. Su entusiasmo y su habilidad le valieron ser invitado a conocer la escuela.
El camino que volvía a abrirse en su vida estuvo cerca de truncarse cuando Ahmad fue trasladado a la pequeña localidad de Rosswein, pero el joven conservaba la tarjeta de Mägel y un miembro de la Cruz Roja lo ayudó a volver a Dresde.
"El talento necesita ser apoyado. Si no, se pierde", sentencia Christian Canciani, rector de Palucca. Fue él quien invitó a Abdlli a unirse a la escuela como estudiante invitado y a asistir a las clases nocturnas.
"La danza es el lenguaje del cuerpo. Puedes decir y expresar algo a través del movimiento", explica Abdlli. "A veces ves al público llorando después de una actuación. Realmente disfruto siendo parte de algo así".
Pero la magia del encuentro fue también en la otra dirección: los estudiantes de Mägel quedaron impactados por el entusiasmo de los refugiados y decidieron convertir la experiencia en un proyecto permanente que comenzará en todos los hogares de acogida de Dresde, en principio destinado a los más pequeños.
"Hay muchos niños allí y casi nadie se ocupa de ellos. Los padres están traumatizados, algunos pasan la mayor parte del tiempo apáticos en la cama", relata Mägel. "Y los trabajadores sociales y voluntarios están al límite. Sencillamente no pueden dar más. Dan ganas de llorar".
También los estudiantes salen ganando. "Para muchos de ellos, Abdlli fue el primer refugiado con el que tuvieron contacto", explica Mägel. Y muchos quedaron conmovidos por su historia y su destino. El proyecto dará créditos de estudio a los alumnos de Palucca, que se irán rotando en los cursos para refugiados.
Ahmad, entre tanto, sigue haciendo nuevas experiencias, como conocer por primera vez gente de Israel, vecino de Siria. Pero su principal objetivo sigue siendo volver a bailar. "Algunos bailarines de mi antigua compañía están también en Alemania. Tal vez podamos bailar juntos en un grupo pequeño", confía. "La danza es mi vida".
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