Rift Valley, Ethiopia
11°2’39»N, 40°21’28»E
El calzado es un distintivo de la identidad moderna. Así que, ¿qué mejor manera de vislumbrar los valores fundamentales del individuo al iniciar el siglo XXI? En vez de mirarlo a los ojos, basta fijarse en sus pies.
En el boyante norte, donde la moda satisface cada capricho y vanidad, los zapatos proclaman la clase, el estilo, la profesión, la disponibilidad sexual y hasta la preferencia política del portador (por ejemplo, el sueco versus la bota vaquera). Por ello, resulta confuso caminar por un lugar donde las personas ?millones y millones de hombres, mujeres y niños- lucen idéntico calzado cada mañana: la económica, democrática y versátil sandalia plástica de Etiopía. Y es que, cuando la pobreza impulsa la demanda, la necesidad es la única marca comercial.
Disponibles en una limitada paleta de tonalidades químicas ?negro, rojo, marrón, verde, azul y púrpura-, esos modestos zapatos de goma son un triunfo de la inventiva local. El costo de fabricación es una nimiedad y cualquiera puede adquirir un par por el equivalente a un día de trabajo (unos dos dólares). Son frescos, ya que permiten que el aire circule alrededor de los pies en la calcinante superficie desértica del Triángulo de Afar. Y la reparación casera es universal, pues los propietarios pueden fundir y remendar las correas de plástico moldeado en una fogata. Las omnipresentes sandalias de la Etiopía rural pesan nada y son reciclables. Y por último, pese a lo humilde de su condición ?son el calzado de los africanos más pobres-, han sido reconocidas con un monumento de guerra (durante los prolongados y trágicos conflictos entre Etiopía y Eritrea, los soldados de ambos frentes combatieron y murieron con las sandalias puestas).
Nuestra caravana de dos camellos ?llamados A?urta o ?Cambiado por una vaca? y Suma?atuli, ?Marcado en la oreja?- al fin ha quedado completa con la llegada de Mohamed Aidahis y Kader Yarri, los camelleros faltantes. Para reunirse con nosotros, tuvieron que caminar varios días a paso ligero desde nuestro punto de partida en Herto Bouri, cruzando planicies de grava y escabrosos yermos. Sin embargo, según el estilo de vida regional, nadie pidió ni dio explicaciones sobre la demora de una semana. Habían llegado tarde y ya estaban allí, nada más. Los dos calzaban idénticas sandalias de plástico color verde lima.
[Como la mayoría de los etíopes rurales, los camelleros Mohamed Aidahis (centro) y Kader Yarri recorren incontables kilómetros cubriendo cada pie con 850 gramos de plástico moldeado].
La superficie del Valle del Rift es un palimpsesto de pisadas estampadas en el polvo que dejaron millones de suelas de plástico inyectado. Sin embargo, a diferencia de las populares sandalias etíopes, los usuarios no se producen en masa. Unos arrastran el tacón izquierdo; otros dañan el moldeado del zapato derecho pisando brasas.
El otro día, Ahmed Alema Hessan, el guía que nos conduce al norte por el Valle del Rift etíope, se arrodilló en el camino para estudiar las infinitas impresiones del calzado.
?La?ad Howeni estará esperándonos en Dalifagi?, anunció, indicando una sola huella de sandalia. En efecto, La?ad estaba esperando en Dalifagi.
31 de enero 2013
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