En la plantación de azúcar Tendaho, donde 50,000 obreros migrantes atienden 48,000 hectáreas de desierto erosionado.
Dubti, Etiopía
11°44?5?? N, 40°59?30?? E
Continuamos hacia el norte y después al oriente, y al salir del desierto tropezamos con el antropoceno, la era del humano moderno.
Aparece el asfalto: la carretera Yibuti-Etiopía, repleta de camiones. Avanzamos lentamente por una serie de burdos poblados. Polvo y diesel. Bares. Tiendas con toscos mostradores de madera y en las puertas, guirnaldas de latas tintineando en el viento.
Y entonces, cerca de Dubti, un océano ?no, una muralla- de caña de azúcar. Kilómetros de riego industrial. Canales y presas de desvío. Campos nivelados. Ahmed Alema Hassan, mi infalible guía, ha perdido el rumbo. La noche cae mientras buscamos un camino para cruzar los cañaverales y terminamos tirando de nuestros fatigados camellos en un círculo gigantesco. ?¡Vaya, amigo!?, exclama el derrotado Alema. ?¡No hay manera! ¡Demasiado cambio!?.
Nos encontramos en la plantación de azúcar Tendaho, multimillonario proyecto indo-etíope que está haciendo florecer el Triángulo de Afar. Muy pronto, 50,000 obreros migrantes vendrán aquí para atender 48,000 hectáreas de desierto erosionado, torneado, esculpido e inundado por el río Awash, solo para endulzar el café y el té del mundo. Pero a la larga, Etiopía podría convertirse en el sexto productor global de azúcar y ya no dependería de la ayuda exterior. Buena cosa.
Mas el progreso rara vez se comparte equitativamente y toda estrategia de mejora tiene ganadores y perdedores. Aquí, uno de los desafortunados es una inteligente joven afar; una niña, de hecho, aunque con la desenvoltura de una mujer mucho mayor. Enfundada en un vestido rojo, se ha parado junto a un nuevo dique donde recoge agua de lo que solía ser el río Awash.
?La compañía nos echó de nuestra tierra?, dice, moviendo un brazo hacia el cañaveral. ?Nos dan algo de trabajo, a los afar, pero siempre lo peor. Vigilantes, paleadores?.
El salario típico en la plantación es de 20 dólares mensuales. La joven dice que enviaron policías a las comunidades nómadas locales para desalojar a los intransigentes que no se marchaban. Hubo disparos. Corrió sangre en ambos bandos.
¿Cuán antigua es esta historia? Es una de las más viejas del mundo.
¿Cómo se llamaban los sioux expulsados de las Colinas Negras de Dakota para abrir paso a los buscadores de oro? ¿Quién recuerda sus nombres? ¿Cuántos pueblos renuncian hoy a su subsistencia ?como los agricultores irlandeses arruinados por las políticas de mercado europeas o los rancheros mexicanos desplazados por las autopistas- siempre en aras de alguna causa común? Hemos perdido la cuenta. La humanidad está reconfigurando el mundo en un ciclo de transformación radical cada vez más acelerado que arranca la memoria de un lugar junto con su tierra fértil. Los abrumadores cambios de nuestra era aplastan la memoria colectiva, trastocan la precedencia, cercenan las líneas de responsabilidad. (¿Qué nos desconcierta tanto de los suburbios? No solo su carencia de espacio físico sino el vacío de tiempo; ¡y lo que anhelamos es un pasado para nuestros paisajes!)
Dubti es una bulliciosa frontera verde donde confluyen hombres y mujeres industriosos de toda Etiopía, llevando consigo nuevas esperanzas, gustos y voces a una nueva plantación con un complejo de vivienda que albergará 3,000 familias. En las ondas de calor de la distancia, un afar conduce sus cabras frente a los cuadrados edificios, como un fantasma viviente en un paisaje de creciente amnesia.
Nos detenemos en Dishoto, otro pueblo camionero, para recargar mi laptop en una comisaría. Ninguno de los oficiales es afar; todos son fuereños y se muestran amistosos, curiosos y generosos con Alema y conmigo, así que no paran de servirnos té (muy cargado de azúcar). La televisión etíope desvía la charla. Los policías miran embobados los videos musicales nacionalistas: melodías populares con escenas de minería a cielo abierto y construcción de caminos. Damos las gracias y continuamos la marcha.
El novelista checo, Milan Kundera, escribió: ?La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido?.
El nombre de la joven afar es Dahara. Tiene 15 años.
Febrero 21, 2013
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