La Vía Láctea puede darse el lujo de presumir que posee al menos un planeta con vida inteligente.
Es difícil ser modesto cuando vives en la Vía Láctea. Nuestra galaxia es mucho más grande, masiva y brillante que la mayoría de las otras. El disco estrellado de la Vía Láctea, observable a simple vista y mediante telescopios ópticos, abarca 120,000 años luz.
Lo rodea otro disco, compuesto en su mayor parte de gas hidrógeno, que detectan los radiotelescopios. Y alrededor de todo lo que pueden ver nuestros telescopios hay un halo enorme de materia oscura que no pueden captar. Aunque no emite luz, esta materia oscura es mucho más pesada que los cientos de miles de millones de estrellas de la Vía Láctea, lo que confiere a la galaxia una masa total de entre uno y dos billones de veces la de nuestro So
Las galaxias gigantes, como la Vía Láctea, tienen el poder de crear y mantener un rico suministro de hierro, oxígeno, silicio, magnesio y otros elementos más pesados que el helio. Estos elementos pesados, forjados por las abundantes estrellas de la Vía Láctea, son los bloques de construcción con los que se formaron los planetas terrestre. De la misma manera, los elementos pesados son esenciales para la vida: pensemos tan sólo en el oxígeno que respiramos, el calcio de nuestros huesos y el hierro presente en nuestra sangre.
Cuando una estrella explota en una galaxia menor, toda esta materia prima para la vida sale disparada al espacio y se pierde. Pero en la Vía Láctea, estos elementos se encuentran con el polvo y el gas interestelares y los refrena el inmenso campo gravitacional de la galaxia.