La peligrosa atracción de poseer mascotas exóticas.
Extracto de la edición de abril de la revista National Geographic en español.
Fotografías de Vincent J. Musi
El negocio de mascotas exóticas es una industria lucrativa que ha provocado las críticas tanto de los que abogan por el bienestar de los animales como de los conservacionistas de la vida silvestre. Estas personas alegan que no solo es peligroso llevar a los suburbios animales salvajes criados en cautiverio, sino que también es cruel y debería criminalizarse. Sin embargo, el asunto dista mucho de ser blanco o negro.
Al menos no lo es para Leslie-Ann Rush, entrenadora de caballos que vive en una granja de tres hectáreas a las afueras de Orlando, Florida. Rush, de 57 años, cría y entrena caballos que alberga en un establo detrás de su pequeño zoológico interactivo, un recinto cerrado con una alambrada donde viven juntos tres canguros machos, cuatro lémures, un venado muntíaco, un cerdo vietnamita, un kinkajú, parecido a un mapache, y un perro de nombre Dozer; los lémures saltan libremente, los canguros duermen de costado, el pequeño cerdo hurga en la tierra, el ciervo asiático equilibra la cornamenta sobre su delicada cabeza.
Rush se mueve fácil y alegremente entre sus mascotas, repartiendo cereal a los lémures. Estos introducen sus manos en las cajas y sacan el cereal a puños, que ingieren casi con cortesía, uno por uno, mientras se acumula saliva en las comisuras de sus bocas.
Rush tiene un lémur de cola anillada, Liam; dos lémures rufos, Lolli y Poppi, y un lémur pardo llamado Charlie. Muchos de estos primates están en peligro de extinción, y los lémures rufos están considerados en grave peligro de extinción en estado silvestre. Rush cree que al cuidar estas criaturas criadas en cautiverio está contribuyendo a mantener vivos los lémures en la Tierra, y se dedica a sus animales con un compromiso profundo.
Cuando oscurece, va a su casa y se lleva con ella a su lémur favorito; él comparte su cama, enrollado sobre una almohada junto a su cabeza.
Puesto que los canguros son, por regla general, activos al amanecer y al anochecer, los animales parecen perezosos a la luz del día, bestias de color pardo recostadas de lado bajo el sol, arrastrando sus gruesas colas en la tierra seca. Pero al anochecer saltan sobre sus patas traseras y presionan sus caras contra el ventanal, mirando a Rush en su casa: "Déjame entrar", parecen decirle.
"Tengo todos estos animales increíbles de diferentes especies, provenientes de diferentes continentes, y el asunto es que juegan juntos", dice ella. Ha filmado y publicado en YouTube videos de ellos jugando: los lémures saltan sobre los canguros, que brincan y dan vueltas y cazan a los primates alrededor del patio.
A pesar de los reportes ocasionales sobre ataques de canguros salvajes a humanos en Australia, las mascotas de Rush no muestran ningún indicio de agresividad. Esto podría tener algo que ver con el hecho de que los canguros son somnolientos por naturaleza durante las horas diurnas y también con que los canguros de Rush ya no son realmente silvestres: fueron criados en cautiverio, dos de ellos han sido castrados y están acostumbrados al contacto humano. Los 35 dólares que Rush cobra por visitar lo que ella llama su "Experiencia con animales exóticos" ayudan a sufragar los costos que implica mantener a sus mascotas.
Algunos propietarios de animales exóticos gastan miles al año en carne fresca: para carnívoros que comen diariamente bistec crudo, para primates omnívoros con necesidades nutricionales complejas o para serpientes que comen rata tras rata, una y otra vez. En el caso de Rush, sus canguros consumen enormes cantidades de cereales, mientras que los lémures comen montones de frutas y vegetales.
(En la imagen de este artículo se muestra a Dillie, una cierva de granja ciega que fue rechazada por su madre, y adoptada por Melanie Butera, veterinaria de Ohio. Dillie solía dormir con Butera, pero ahora tiene su propio cuarto. "Es tratada como una princesa", dice Butera.