Manjar del sushi, el rápido y poderoso atún aleta azul del Atlántico sufre los estragos de la sobrepesca.
Extracto de la edición de marzo de la revista National Geographic en español.
Fotografías de Brian Skerry
El sol es un punto candente en la bóveda de las olas, que interrumpe con sus rayos la monotonía azul. De pronto, el mar se llena de gigantescos atunes aleta azul, de los cuales el más grande tiene una longitud de más de cuatro metros y pesa más de media tonelada. Sus flancos pálidos destellan en la luminosidad refractada del océano. Con coletazos rápidos, el banco avanza a 10 nudos y luego desaparece. El océano vuelve a vaciarse y el único rastro de los arenques devorados son escamas que giran en la estela turbulenta de los depredadores.
Los verdaderos miembros del género Thunnus son peces superpoderosos; sus características incluyen gran tamaño, nado eficaz, cuerpo templado, branquias grandes, termorregulación sutil, captación rápida de oxígeno, alta concentración de hemoglobina y una fisiología cardiaca ingeniosa, todo lo cual alcanza su máxima expresión en el aleta azul.
Las tres especies de aleta azul, Atlántico, Pacífico y del Sur, se han repartido los océanos del mundo y, aunque son peces modernos, mantienen una relación antigua con la humanidad. Los pescadores japoneses han capturado aletas azules del Pacífico desde hace más de 5,000 años; los haidas del Pacífico noroeste han hecho lo propio durante casi el mismo tiempo. Artistas de la Edad de Piedra pintaron aletas azules en las paredes de cavernas sicilianas y pescadores de la Edad de Hierro -fenicios, cartagineses, griegos, romanos, marroquíes y turcos- escalaron promontorios para otear los cardúmenes de aleta azul que regresaban a sus territorios de desove en el Mediterráneo.
«Los aleta azul contribuyeron al desarrollo de la civilización occidental, afirma Barbara Block, profesora de la Universidad de Stanford y reconocida experta en la especie?. Todos los pueblos mediterráneos utilizaron redes para capturar atunes gigantes.
Los aleta azul migran cada año por el estrecho de Gibraltar, así que cualquiera podía percatarse de su llegada. A lo largo del Bósforo había 30 palabras diferentes para designar al aleta azul y cada nación daba un nombre distinto a sus cercos. Estos generaban dinero y los propios peces servían para comerciar. Incluso las monedas griegas y celtas estaban estampadas con un aleta azul gigante».
(Pescadores españoles tiran de un laberinto de redes repleto de atunes en el Mediterráneo. Su población menguante podría acabar con esta técnica antigua, denominada almadraba)
Un amanecer anaranjado rojizo iluminaba el cielo del cabo Bretón, Nueva Escocia. Hacía frío en el muelle de Port Hood. Soltamos amarras y Dennis Cameron, capitán del Bay Queen IV, enfiló al norte hacia el golfo de San Lorenzo. En mar abierto es donde se capturan los aleta azul más grandes del mundo.
A estribor yacía la isla del cabo Bretón y a babor, un promontorio más pequeño, verde y de poca altura: la isla de Port Hood, con sus cabañas blancas dispersas. Fue en una de ellas donde creció Cameron, quien recuerda haber cazado ardillas en el bosque, buscado boyas y garfios en la playa, y recogido calamares varados que su padre utilizaba como carnada: un estilo de vida extinto. Hace ya mucho que cerró la gran fábrica para enlatado de langosta; la dársena que en la década de los veinte del siglo xx fuera un bosque de mástiles y botes de pesca se encuentra desierta. Una veintena de familias de pescadores y agricultores sobrevivió hasta los años cincuenta, pero la población siguió menguando; en la actualidad solo queda un residente permanente en la isla.
Lo mismo está sucediendo en las comunidades pesqueras del mundo entero, pues el océano agoniza y el colapso de las pesquerías marca su decadencia: bacalao en las provincias marítimas de Canadá, anchoas frente a la costa de Perú, salmón en el Pacífico noroeste, merluza negra en aguas antárticas, tiburones en todos los mares.
El atún aleta azul es una de las especies más explotadas de la Tierra. Las poblaciones que desovan en el lado occidental del Atlántico se han desplomado 64% desde 1970; en las últimas décadas, las tonnare de Sicilia o almadrabas en España, laberintos de redes donde, durante milenios, los pescadores insulares han aprisionado atunes gigantescos para ultimarlos en un clímax ritual denominado mattanza han ido cerrándose al igual que muchos dédalos similares en toda la región mediterránea.