Miles de delfines han sido capturados para actuar en espectáculos de parques marinos. Ahora, algunos aprenden a regresar a casa.
A principios de enero de 2011, Jeff Foster, de 55 años, llegó a la playa rocosa de una bahía en la costa sur occidental de Turquía, donde había una colección de jaulas marinas flotantes donde se cultivaban peces. En una de ellas, que había sido modificada y medía 30 metros de ancho y 15 de profundidad, dos delfines nariz de botella machos nadaban lentamente en círculos. Tom y Misha estaban en condiciones deplorables. Los habían capturado en el Egeo en algún momento de 2006, pero casi nada se sabía de su vida en estado silvestre. Su cautiverio comenzó en el delfinario de la ciudad costera de Kas y, en junio de 2010 fueron transportados hacia el interior del país, hasta un estanque de concreto en la localidad montañesa de Hisarönü. Ahí, por 50 dólares, los turistas tenían la oportunidad de sujetar sus aletas dorsales para ser remolcados durante 10 minutos. Un sistema de filtración inadecuado había tapizado rápidamente el fondo de la piscina con sus heces y estos de pescado.
?Residentes amantes de los delfines organizaron una campaña furibunda de boca en boca y en redes sociales que en pocas semanas obligó a clausurar el lugar y, a principios de septiembre, apremiada por el temor de la muerte inminente de los cetáceos, la fundación británica Born Free, dedicada a proteger animales silvestres, intervino y tomó bajo su potestad a Tom y Misha. Los delfines fueron transportados a la jaula de Karaka. Foster fue contratado para ayudar a Born Free a poner a Tom y Misha a enseñarles lo que necesitaban para saber vivir nuevamente como delfines silvestres y, luego, liberarlos en el Egeo.
Hijo de un veterinario, siempre le apasionó aprender sobre animales y comenzó a trabajar en el Acuario Marino de Seattle a los 15 años. A partir de 1976, cuando tenía 20, colaboró con Don Goldsberry -quien luego fuera el coleccionista de mamíferos marinos más prolífico de SeaWorld- para montar en Islandia una instalación de captura de orcas o ballenas asesinas, la especie de delfín más grande.
Ayudar a los delfines silvestres-cautivos a regresar al mundo natural que conocieron tan bien no es tan simple como parece pues, aunque conservan la misma anatomía y ADN que en su estado silvestre, en muchos sentidos, son animales distintos. (Lee: El idioma de los delfines)
Un delfín silvestre lleva una vida imprevisible y de competencia. Socializa y caza en un territorio amplio en el que se mueve continuamente, donde encuentra multitud de especies y situaciones nuevas. Y excepto cuando emerge para respirar, pasa la mayor parte de su vida bajo la superficie.
Encuentra el artículo completo en la edición de junio de la revista National Geographic en Español.