La cacería amenaza a los colobos rojos, que se encuentran al borde de la extinción en la isla Bioko, Guinea Ecuatorial.
Es difícil ignorar al colobo rojo en los bosques de la isla Bioko, Guinea Ecuatorial, frente a la costa de Camerún. Los primates de pelo largo, de color anaranjado y marrón, ladran y graznan como animales de corral.
Tal vez sean destrezas de comunicación óptimas, pero el ruido también ha sido la causa de su condición de especie en peligro de extinción. Y es que los cazadores pueden localizarlos fácilmente, matarlos a tiros, y vender su carne a comerciantes del mercado al aire libre de Malabo, la capital situada en la costa norte de la isla.
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Mas el colobo rojo no es la única presa. Para satisfacer la demanda del floreciente comercio de carne de animales silvestres, los cazadores persiguen a las siete especies de primates endémicas de Malabo, pese a un decreto presidencial de 2007 que prohíbe su caza y consumo. La carne de mono es un producto de gran demanda entre los compradores más pudientes de la isla, cuyo mercado también ofrece proteína de puercoespines, ratas de abazones gigantes, y muchos otros animales que pueblan los exuberantes bosques insulares.
La carne de animales silvestres se ha convertido en símbolo de riqueza en muchas ciudades africanas, y su demanda amenaza a todas las especies, desde elefantes hasta roedores.
Pero los conservacionistas están particularmente preocupados por los monos de Bioko. A diferencia de otros animales pequeños, los primates se reproducen con lentitud; además, son uno de los principales dispersores de semillas en el bosque, función crítica para mantener la salud del ecosistema. Y resulta que las siete especies insulares están en peligro de extinción o enfrentan un alto riesgo de extinguirse.
En las últimas décadas, varios incidentes han precipitado un incremento de la caza de monos en la isla. Una industria petrolera frente al litoral local ha generado nueva riqueza, y los habitantes de zonas urbanas se acostumbraron a dejar de lado la carne de pollo o cerdo a favor de la costosa carne de mono, considerada un manjar. Al mismo tiempo, nuevas carreteras facilitaron el acceso a la fauna salvaje, y los esfuerzos para combatir la caza sirvieron de acicate para que los cazadores consiguieran todos los monos posibles antes que se implementara la prohibición (los cazadores pueden generar hasta 2,000 dólares anuales con la venta de carne de mono, mientras que 77 por ciento del país vive con menos de 750 dólares anuales, según el Centro para el Desarrollo Global).
En 2008, cuando la revista National Geographic escribió sobre el comercio de carne de mono en la isla, científicos del Programa para la Protección de la Biodiversidad de Bioko realizaban un estudio de los animales salvajes que encontraban en el mercado. El año pasado, revelaron que hallaron un total de casi 35,000 cadáveres de monos a la venta entre 1997 y 2010. En otras palabras, cada día mataron alrededor de siete primates para venderlos en el mercado de Malabo, donde viven alrededor de 150,000 personas.
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?No es algo que las personas de las ciudades necesiten comer para sobrevivir ?dice Drew Cronin, biólogo especializado en conservación de la Universidad de Drexel, quien ha investigado el comercio de carne de animales salvajes como parte del programa para la protección de la biodiversidad-. Sin embargo, casi todos prefieren la carne de animales silvestres como fuente de proteína?.
Así pues, no sorprende que la caza esté causando estragos en la población de monos. Una investigación dirigida por Cronin, publicada en la edición de mayo 2016 de la revista Biological Conservation, vinculó la caza con la menguante población de primates en partes de Gran Caldera y la Reservación Científica Southern Highlands, en el extremo sur de la isla. Los ruidosos colobos rojos fueron los más vulnerables, seguidos por los colobos negros (más silenciosos) y después, por los cercopitecos coronados.
?Lo que queremos evitar es que el sur de la isla se vuelva como el norte; bastante empobrecido en términos de animales grandes, como los primates?, dijo John Fa, ecólogo de la Universidad Metropolitana de Manchester, Inglaterra, quien también ha estudiado el comercio de carne de animales silvestres en Bioko.
Para garantizar la seguridad de los monos, Cronin y Fa consideran que el gobierno debe incrementar la observancia de su legislación. Cronin dice que el cambio está ocurriendo con lentitud, mas no es suficiente para proteger a los primates. En su estudio, sugiere una estrategia de gestión, pero incluye también medidas a corto plazo, como guardabosques adicionales y capacitación para personal militar.
No obstante, dice Fa, lo que también hace falta es un cambio de actitud cultural. Una cosa es que los pobres coman carne de presas pequeñas y otra, muy distinta, que las personas relativamente pudientes se den banquetes con carne de mono. ?En un lugar como Malabo, donde hay riqueza, no sería muy difícil hacer que las personas cambien de mentalidad en cuanto a la carne de animales salvajes?.