El equipo de un barco ambientalista se reparte las tareas, y organiza sus tiempos para vivir armoniosamente.
Con un capitán siempre pendiente al frente, muchos expertos en navegación, y un cocinero que sazona al ritmo del jazz, avanza sobre el mar la nave que busca proteger al planeta. La tripulación de Greenpeace es multicultural, a pesar de que son constantemente rotados para cuidar su salud y ánimo.
El barco Rainbow Warrior requiere mínimo 15 personas, o más si su misión es cruzar el Atlántico o el Pacífico.
En la nave de 58 metros de largo hay lavandería, comedor, oficina, helipuerto, y hasta un hospital en el que se pueden realizar operaciones básicas.
Cada que sale el sol
Por las mañanas hay una persona que abre la puerta de cada una de las 17 cabinas donde la tripulación duerme. ¡Buenos días, son las 7:30!, expresa con voz animosa. Y así, hasta los invitados, toda persona que durmió en el bote, deben alistarse para iniciar con las tareas de limpieza que arrancan justo a las 8 am.
Tras haber desayunado unas rebañadas de pan de caja, cereal o café, los presentes en el barco se enlistan para las tareas: ordenar la lavandería, barrer escaleras, limpiar el comedor o los baños.
Al mediodía y sin retraso, el chef tiene listo el almuerzo; cada día platillos por los que recibe agradecimientos y sinceras felicitaciones.
La tripulación luce constante en su labor; mantenimiento al barco, movimiento de las velas, planeación de estrategias para defender al planeta con campañas en cada puerto.
Y a las 5 de la tarde llega el tiempo libre: alguien se vuelve corredor en la popa del barco, y otros simplemente se sientan a convivir y a disfrutar una bebida.
«Todos los días comes, festejas, te entretienes, trabajas en el mismo espacio, con las mismas personas, debe existir un nivel de tolerancia bastante alto». Comenta Ricardo Páez, un voluntario colombiano. Asegura que la vida en el mar exige un alto nivel de tolerancia.
Esperanza constante
Ser parte de la tripulación demanda ser especialista, y positivo. Fernando Romo, segundo oficial, cuenta que como integrante del barco Greenpeace ve un sinfín de daños al mundo.
«Ver tanto problema puede ser desesperanzador, pero por otro lado, si estás aquí, estás en el camino correcto porque estás contribuyendo de una manera positiva», expresa sonriente y convencido de que sus conocimientos favorecen a la organización ambientalista.
«Todo el mundo sabe hacer algo, si todos pusieran eso a favor del medio ambiente, yo creo que el mundo sería otro», sentencia mientras el barco sigue su camino por el mar abierto.
El Rainbow Warrior partió en esta ocasión de Cozumel para llegar a Veracruz después de cuatro noches, donde emprenderá una campaña para defender, advertir y protestar, si es necesario, ante quien esté afectando al planeta.