Una verdura que se puede cocinar de muchas formas y sirve como ingrediente para un sinfín de platillos.
Después del invierno, la espinaca entera, fresca y joven inaugura la nueva temporada de verduras. Sin embargo, muchas personas no aguardan con ilusión la llegada a las tiendas de esta verdura típicamente primaveral.
Debido a la buena fama de la que siempre ha gozado la espinaca como verdura saludable y, erróneamente, como máxima fuente de hierro, muchos niños han tenido que comer en casa más de estas hojas verdes de lo que les hubiera gustado. Sin embargo, si se preparan correctamente, las espinacas son una delicia.Para la nutricionista alemana Dagmar von Cramm, la espinaca tiene tres grandes ventajas: «La frescura de esta verdura, tanto cuando está congelada como cuando está fresca, el color -el verde es sinónimo de primavera, de vitaminas y de naturaleza- y la suavidad, que hace que sea fácil de comer».
Además, esta verdura se puede aprovechar de muchas maneras diferentes, en la ensalada, como sopa cremosa o salsa para los ñoquis, como relleno para pastas, en el risotto, en la tortilla, como ingrediente de un plato de verduras cocidas o fritas, en la pizza o como relleno de rollitos de carne.
Las especias le dan a cada plato de espinaca un toque propio. «Originalmente, la espinaca pertenecía a la cocina oriental. Por esta razón, se combina muy bien con nuez moscada, curry, la mezcla marroquí de especias Ras el Hanout, chile, comino, jengibre y cúrcuma», explica Marketa Schellenberg, profesora en una escuela gastronómica vegetariana. Las pasas y el sésamo refuerzan la nota oriental.
Un clásico en Alemania es espinaca con patatas y huevos fritos o revueltos. «Una combinación en la sartén de espinaca entera fresca con cebollitas, un poco de ajo, una cuchara de mantequilla, un poco de sal, pimienta y nuez moscada es una delicia», dice entusiasta la profesora Von Cramm. Con nata agria, leche, queso azul o queso fresco se suaviza el sabor acerbo de la espinaca. Esas variedades de crema son especialmente apropiadas para salsas.
Otra ventaja de la espinaca es su valor nutritivo. Debido a un error de cálculo, se creía durante mucho tiempo que su contenido de hierro era de unos 34 miligramos por cada 100 gramos, o sea, diez veces más que el contenido real. Sin embargo, un contenido de 3,4 miligramos ya es notable. La espinaca contiene, además, grandes cantidades de beta carrotina, vitamina C y E, así como ácido fólico, potasio, calcio y magnesio.
A raíz de la cosecha, la espinaca ya comienza poco a poco a perder nutrientes y sabor, por lo que es importante que esta verdura esté fresca en la tienda. «Las hojas no deber estar marchitas o deshilachadas y los tallos no deben estar blandos», dice Gabriele Kaufmann, del centro de información para consumidores aid en Berlín. Lo mejor es preparar inmediatamente la verdura fresca. «Muchas veces las hojas tienen arena o tierra, por lo que primero hay que lavar muy bien la espinaca, preferiblemente con agua caliente», recomienda Schellenberg. Hay que quitar las hojas dañadas y los tallos gruesos.
Cubierta con un paño húmedo, la espinaca fresca se puede guardar hasta dos días en el frigorífico. Para tener siempre espinaca de reserva conviene comprarla congelada. La espinaca congelada puede sustituir en todos los platos la espinaca fresca, ya que tiene prácticamente los mismos valores nutritivos que la espinaca fresca, está disponible durante todo el año y se puede preparar en un dos por tres.
Si en la mesa queda algo de la espinaca, hay que enfriar los restos cuanto antes y calentarlos rápidamente al día siguiente. «La espinaca sólo debe recalentarse una vez y sólo al día siguiente de la primera preparación», dice Kaufmann. El motivo de esta precaución es el nitrato almacenado en la espinaca. El nitrato en sí no es peligroso, pero si la espinaca cocida se guarda demasiado tiempo o se recalienta más de una vez, puede transformarse en nitrito, que sí es perjudicial para la salud.