Los turistas comenzaron a visitar la vivienda de William Shakespeare en el siglo XIX.
La pequeña localidad de Stratford-upon-Avon, con sus bonitas casas de ladrillo y listones de madera y sus apenas 26,000 habitantes, sería una idílica y adormecida isla en el corazón de Inglaterra de no haber nacido aquí William Shakespeare hace 450 años.
El genio de las letras británicas atrae a millones de visitantes que llenan de dinero las arcas municipales. «La ciudad no sería lo mismo sin él», afirma convencido Paul Rushton, ayudante en los tours por el río Avon.
Entre las principales atracciones de Stratford figura la casa natal del dramaturgo. Según Clive Depper, de la fundación que gestiona la vivienda, los turistas comenzaron a visitarla ya en el siglo XIX. Y apunta a una de sus viejas ventanas: «En aquel entonces, los visitantes podían grabar su firma en este cristal, a cambio de dinero. Aquel fue el comienzo de la industria del turismo aquí».
«Stratford no sería Stratford sin Shakespeare», asegura Depper. Gracias a él florece también el negocio de los souvenirs, y en la tienda de su casa natal no faltan: hay desde tazas y plumas con el retrato del escritor, a muñecos, osos de peluche e incluso adornos para el árbol de Navidad con forma de Shakespeare.
Tras el mostrador está Rory Keegan, quien atiende a una clienta. Como uno de cada ocho puestos de trabajo en Stratford, según las autoridades, el suyo también ha de agradecérselo a Shakespeare. En estos días, entre los artículos más vendidos figura el libro «Shakespeare’s Star Wars», señala. «Un ‘Star Wars’ al estilo shakesperiano, se venden a centenares».
Muy populares son también los típicos patitos de goma caracterizados como el bardo y con un pergamino en el que se lee «To quack or not to quack», en alusión a la famosa cita de «Hamlet» «ser o no ser». «Siempre estamos hasta arriba», cuenta el dependiente. «Sobre todo en verano, en esos meses pueden venir a la tienda hasta 2,000 personas al día».
Además, el teatro de la Royal Shakespeare Company atrae anualmente en torno a un millón de visitantes a esta pequeña ciudad. Y todos esos turistas también dejan mucho dinero en los hoteles, pubs y restaurantes de Stratford-upon-Avon.
Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con el negocio que la localidad hace de su hijo predilecto. Por ejemplo, la estudiante alemana Christine, quien visita la tumba de Shakespeare en una iglesia a las afueras de Stratford, critica la parafernalia de los souvenirs. «Es un poco una máquina de hacer dinero», lamenta.
Todo lo contrario opina Gary, que ha venido desde el condado de Kent. Según este señor de 64 años, es lógico que la ciudad siga beneficiándose del dramaturgo. «¿Quién pagaría por ejemplo el mantenimiento de su tumba si no vinieran turistas?», se pregunta ante la sencilla placa de piedra.
La casa natal de William Shakespeare (Foto: DPA)