El momento perfecto para vivir retos únicos.
En invierno, las temperaturas en el sur de Alaska muchas veces caen durante mucho tiempo a menos 20 grados centígrados. Sin embargo, para los habitantes de Anchorage y los alrededores esto no es obstáculo para disfrutar de la época fría del año: en trineos tirados por perros, en fatbike (biclicletas adaptadas) o en una ola perfecta.
Ethan Tyler es un deportista de pura cepa. En invierno practica el esquí de descenso y de fondo, se desplaza en motonieve por lagos congelados y en fatbike por las pistas. Y cuando el invierno ártico hace una pausa, es decir, cuando las temperaturas suben a unos cero grados, Ethan saca del garaje su tabla larga para practicar el surf.
"Mi límite son 35 grados Fahrenheit", dice este hombre de pelo oscuro y ojos azules brillantes, que trabaja para el gobierno en Anchorage. 35 grados Fahrenheit equivalen a poco menos de dos grados centígrados. En este caso, no hay mucha diferencia entre la temperatura del aire y la del agua. Sin embargo, Ethan no va simplemente a surfear. Él va a las playas de Cook Inlet para practicar en lo que se llama "bore tide", una gran ola de marea larga en la que es posible deslizarse varias millas, como un mini-tsunami.
La ola puede tener una altura de hasta tres metros y una velocidad de hasta 25 kilómetros por hora. "En una ola como esta uno puede surfear un largo rato", explica Ethan. Sin embargo, la dificultad no solo consiste en aprovechar el momento adecuado, sino también, y sobre todo, en meterse al agua con pies secos. "Uno no quiere tener las manos o los pies mojados cuando la temperatura no llega a más que un par de grados sobre cero", dice Ethan.
Y muchas veces hace mucho viento, por lo que las temperaturas parecen ser bastante más bajas. La mayoría de los surfistas se ponen un grueso traje de neopreno, guantes y una gorra. (Lee: Comodidad para esquiar)
Ethan tiene en su celular una app que predice las mejores mareas para el bore tide y otra que le indica la probabilidad de ver una aurora boreal en Girdwood. Dependiendo de la situación meteorológica y de la intensidad, las luces verdes y a veces rojas brillan hasta en el sur de Alaska, el estado norteamericano más grande.
Sin embargo, las noches tienen que ser estrelladas y esas suelen ser frías. En el "Alyeska Resort", los aficionados a los rayos cósmicos pueden pedir que les despierten durante la noche para contemplar el fenómeno durante una fría noche de invierno. (Lee: ¿Aurora boreal garantizada?)
Durante el día, el hotel, que da acceso directamente a la mayor estación de esquí de Alaska, es un punto de encuentro para quienes practican todo tipo de deportes de invierno: esquí de descenso, esquí de fondo, heliskí y catskiing, excursiones en motonieve o en helicóptero sobre los glaciares en los alrededores.
Cuando Chris von Imhof llegó aquí a principios de los años 60, Alyeska, tal como se llama esta zona, era una región donde el deporte de invierno aún estaba en vías de desarrollo. "Había una telesilla y algo así como una cabaña", relata este alemán que emigró a Estados Unidos en la década de los 50. Von Imhof realizó diferentes trabajos hasta que consiguió un empleo en la compañía aérea Alaska Airlines, propietaria de la estación de esquí. Poco a poco, Von Imhof fue ampliando la zona de esquí, que actualmente es la más grande de Alaska.
Al igual que en otras gigantescas pistas en Canadá y otros estados norteamericanos, en Mount Alyeska mucha gente se divierte fuera de las zonas de esquí. Tanto desde las pistas marcadas como al margen de ellas uno puede disfrutar de algo único en la zona: las vistas panorámicas de la ensenada de Cook Inlet, el Pacífico norte, así como las montañas y los glaciares al fondo.
Muchos esquiadores viajan en helicóptero a áreas cubiertas de nieve profunda totalmente virgen. Sin embargo, las temperaturas al norte del círculo polar son bastante desagradables. Aun así, en Anchorage casi ningún habitante se queda en casa durante todo el invierno: hay pistas preparadas para el esquí de fondo con una extensión de más de 80 kilómetros.
"Mucha gente aprovecha esta situación para ir en esquíes al trabajo", dice Ethan. Y cada vez más personas viajan en bicicletas muy especiales, las llamadas fatbikes. Tienen neumáticos de hasta cinco pulgadas (12,5 centímetros), más de dos veces más anchos que las tradicionales de montaña, por lo que cuentan con un excelente agarre en la nieve.
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