Un vino que se produce entre misiles, y que viaja por trayectos complicados.
Aunque su nombre remite directamente a Francia, el Château Bargylus procede de unos viñedos cerca de la provincia siria de Idlib, gobernada en su mayoría por el Frente Al Nusra. Y es que pese a llevar más de cuatro años sumida en una sangrienta guerra civil, Siria sigue proveyendo con vino de alta calidad a muchos restaurantes de lujo de París y Londres.
Tanto el Heston Blumenthal’s Dinner de la capital británica como el Gordon Ramsay o L’Atelier de Joel Robuchon, en la francesa, sirven este delicado caldo llegado desde territorio en conflicto. "Para nosotros es un auténtico reto", afirma el sirio libanés Sandro Saade, copropietario de estas bodegas junto a su hermano Karim. "Estamos trabajando en circunstancias muy difíciles, pero seguiremos".
Ambos hermanos gestionan estos viñedos del noroeste de Siria desde el vecino Líbano, donde residen. La guerra hace que tengan que duplicar sus esfuerzos, pues no pueden acceder a sus 12 hectáreas de terreno en la costera provincia de Latakia. Bastión de los fieles al régimen y cuna del presidente Bashar Al Assad, la provincia se había mantenido en relativa calma desde que estalló el conflicto, en 2011, pero en los últimos meses está en la mira de los rebeldes.
Hace tiempo que comenzaron los ataques, y los viñedos de los Saade no se han librado del impacto de los proyectiles. "Por suerte, el daño no ha sido mucho y hemos logrado continuar el trabajo con nuestro equipo sirio de 45 personas bien formadas", explica Sandro. Llevan con el negocio desde 2003, y están decididos a seguir adelante.
Viajes en el proceso
Todos los días, durante la temporada de cosecha, un vehículo sale de Latakia para emprender un viaje de 200 kilómetros transportando las uvas cuidadosamente cubiertas con hielo hasta Beirut. Allí, los hermanos Saade las prueban junto a su enólogo, el francés Stéphane Derenoncourt, y las vuelven a enviar a Siria para comenzar el proceso de elaboración del vino.
"A veces, si la frontera está cerrada o hay retrasos, tenemos que tirar la carga a la basura y pedir una nueva", cuenta Sandro. Después, una vez el vino está listo, se embotella y se envía desde Latakia a un almacén en Bélgica. En el trayecto, de 45 días, los caldos pasan por Port Said, en Egipto, donde embarcan rumbo a Amberes.
"No hay otro vino sirio que haya logrado tal fama internacional", añade orgulloso. "Antes, el vino que se elaboraba en Siria quedaba relegado a los monasterios cristianos". Según explica, su vino tinto está hecho de uvas Cabernet Sauvignon, Syrah y Merlot, mientras que el blanco es una mezcla de Chardonnay y Sauvignon Blanc.
Los hermanos Saade producen 45,000 botellas de Bargylus al año. Las de tinto se venden a 36 euros (39.5 dólares), mientras que las de blanco a 26. Y además de París y Londres, tienen clientes en Dubai, Hong Kong y Japón. "Hasta ahora no hemos tenido un mal año", apunta Sandro. Y deja claro que seguirán elaborando su vino "sean cuales sean las dificultades".