Especies en peligro de extinción aparecen cada vez con más frecuencia en la carta de restaurantes malayos de lujo.
Ojos de tigre. Pene de cocodrilo (sí, en serio). Carne de pangolín. Visita un restaurante en Malasia y quizás los encuentres en la carta.
Desde hace tiempo, este país ha sido considerado una escala estratégica del tráfico de órganos y derivados de fauna hacia otras naciones asiáticas. Pero ahora, nuevas evidencias de TRAFFIC, organización que monitorea el comercio de especies salvajes, demuestra un repunte en la demanda malaya de dichos productos; en particular, por parte del mercado de alimentos exóticos.
Según Kanitha Krishnasamy, administradora de programas del sureste de Asia en TRAFFIC, la demanda restaurantera de fauna ha excedido la demanda de los proveedores de medicinas tradicionales u objetos decorativos, como estatuillas y brazaletes.
Los productos provienen de traficantes de fauna que operan en Malasia o bien, de contrabandistas que cargan sus barcos en otros puntos de la región, a lo largo del extenso y permeable litoral malayo.
Los traficantes cambian de modus operandi con frecuencia, agregó Kanitha Krishnasamy, y utilizan ?métodos de ocultamiento sofisticados que dificultan su detección?. Por ejemplo, esconden productos animales, y hasta animales vivos, en cajones de transporte, latas, o sacos marcados como textiles o frijol de soja. (Lee: El gran mercado ilegal de animales pequeños)
Abdul Kadir Abu Hashim, director judicial del Departamento de Vida Silvestre y Parques Nacionales de Malasia, dijo a New Straits Times que su país permite que los restaurantes con licencias válidas vendan carne de animales protegidos, siempre que provenga de fuentes que el gobierno considere legítimas.
No obstante, muchos restaurantes sirven carne ilegal introducida por cazadores furtivos y contrabandistas que, según Kadir, ?solo venden a clientes conocidos o frecuentes?. Y los rumores o las redes sociales informan a los comensales de los platillos exóticos de tendencia.
Algunos de los animales que figuran en las cartas malayas son: oso malayo, langur oscuro, pantera nebulosa, seraus (capricornis) y lagartos. En peligro de extinción la tortuga de Cantor es cada vez más popular. ¿Te interesa probar un ciervo sambar (alimento básico de los tigres) o un muntíaco (ciervo ladrador)? También encontrarás esas opciones, aunque hay una moratoria que prohíbe la venta de ambas especies.
Consumir estos animales no es barato. Mientras que la carne de seraus cuesta 7 dólares el corte, una ración de pene de cocodrilo puede costar hasta 58 dólares. Los ojos de tigre te costarán 170 dólares la pieza; la carne de pangolín se cotiza en 300 dólares por kilogramo; el tazón de sopa de tigre vale 320 dólares; y una pantera nebulosa entera te obligará a sacar 5,700 dólares de la cuenta bancaria.
Sin embargo, si violas la Ley de Protección de Fauna de 2010 de Malasia, podrías enfrentar una penalización máxima de 10,000 dólares, o una sentencia de cárcel de dos años. A principios de 2015, un hombre tuvo que pagar una multa de 7,000 dólares por la posesión ilegal de 10 pitones, 3 tortugas gigantes, 9 tortugas laúd, y 26 ranas.
Todos los animales estaban destinados a restaurantes.
A principios de diciembre, el Departamento de Vida Silvestre y Parques lanzó una redada en un matadero de cerdos de Wakaf Tapai, en Marang, en el norte de Malasia, y encontró cerca de 12,000 dólares en productos derivados de animales en peligro de extinción. Eso elevó a 13 el total de casos de este año, contra solo 6 el año pasado.
No es crítico? todavía
Pese al incremento de la demanda, Kadir opina que la venta de carne exótica todavía no ha alcanzado un nivel crítico. La unidad de inteligencia del país trabaja con la Comisión de Comunicaciones y Multimedia de Malasia para monitorear sitios web como Facebook, Instagram, y la red malaya Mudah, con objeto de frenar el tráfico ilegal en Internet.
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?Investigarán a quienes vendan carne salvaje ilegalmente, y también a quienes la consuman?, dijo. ?Se llevarán a cabo análisis de ADN en la carne sospechosa para determinar si se trata, efectivamente, de animales silvestres?.
Pero Kanitha está preocupada. Argumenta que, si bien las leyes malayas para la protección de fauna son duras, están confinadas estrictamente a la península, y no se extienden a los estados malayos autogobernados de Sarawak y Sabah, en la isla de Borneo.
?Las leyes para la protección de fauna en Sabah y Sarawak, son anticuadas?, afirmó.
Los habitantes de esos estados pueden vender hasta cinco kilogramos de carne de animales salvajes en peligro. ?La carne se ofrece en mercados que operan semanalmente?, dijo William Baya, director de Sabah Wildlife, ?o bien, en puestos junto a los caminos?, sobre todo en las áreas menos vigiladas por los agentes judiciales, o muy apartadas de las oficinas regionales del departamento de vida silvestre.
Kadir reconoce que, si bien sus departamentos realizan redadas y revisiones periódicas, la complejidad del sistema legal malayo facilita mucho las cosas a los infractores. ?Quedan impunes debido a tecnicismos durante la investigación y el proceso judicial?, dijo.
Tal parece que la sopa de tigre seguirá en el menú algún tiempo.