Adolf Hitler era un gran admirador del compositor alemán Richard Wagner. Sin embargo, muchos se sorprenderán al saber que, de joven, el dictador nazi compuso una ópera.
AFP.- Una partitura de este interrumpido proyecto titulado «Wieland der Schmied», «Wieland el herrero» en español, se presentó por primera vez en el marco de la exposición sobre el «joven Hitler» que abre sus puertas en Austria.
Los inicios de la melodía fueron esbozados en un amarillento papel de música en 1908 por su único amigo de entonces, August Kubizek, que los conservó y transmitió a sus herederos.
Hitler tenía veinte años.
Apenas había seguido cuatro meses de cursos de piano, lo que demuestra, según Christian Rapp, uno de los comisarios de la exposición, su megalomanía. «Hitler siempre sobrestimó sus capacidades», explica Rapp a la AFP.
Esta partitura es considerada como la única página superviviente de un ambicioso proyecto basado en la mitología germánica, que se parecía mucho a una obra inconclusa de Wagner, que lleva el mismo nombre.
La exposición, titulada «El joven Hitler – Años de formación de un dictador. 1889-1914», presenta hasta el 9 de agosto en la Casa de la Historia del Museo de Baja Austria en Sankt-Polten (nordeste), una serie de objetos que pertenecieron a Hitler o están vinculados con él, coleccionados por August Kubizek entre 1907 y 1920.
Entre ellos figuran cartas, postales escritas por Hitler, pinturas y croquis realizados por el futuro dictador.
Hitler, que nació el 20 de abril de 1889 en la localidad austriaca de Braunau-am-Inn, ignoraba tener talentos artísticos claramente inferiores a sus ambiciones.
Hannes Leidinger, otro comisario de la exposición, explica a la AFP que quienes conocieron a Hitler en sus primeros años lo hallaron «intransigente, indócil y agresivo».
Para Rapp, Hitler era «ya en su juventud una bomba».
Además de trazar el recorrido personal de Hitler, la exposición explora la cara oculta de la Belle époque, es decir el contexto político y social de Austria al inicio del siglo XX.
La exposición intenta demostrar que aunque la modernidad emergía en Viena, en paralelo varios conceptos de la ideología nazi –racialismo, antisemitismo, militarismo– se propagaban en la sociedad austriaca.
Austria, anexionada por Hitler a Alemania en 1938, mantiene una relación compleja con su pasado nazi. Tras la Segunda Guerra Mundial, sus gobiernos sucesivos han presentado al país como «la primera víctima del nazismo», negando la complicidad de varios austríacos con los crímenes de los nazis.
Se empieza a ejercer una mirada crítica a mitad de los años 1980, con la candidatura a la presidencia de la República de Kurt Waldheim, un ex oficial de la Wehrmacht, que se declaró persona non grata al término de su mandato.
Pero también ocurre que en 1983 el Partido Austríaco de la Libertad (FPÖ), creado en 1956 y dirigido en sus primeros años por un ex oficial de la Waffen-SS, ingresa por primera vez en el gobierno. Luego dirigiría el país en coalición entre 2000 y 2005, y entre 2017 y 2019.
Los comisarios esperan que su exposición permitirá a los visitantes comprender cómo nacen los proyectos totalitarios.
«Hace falta tiempo para sembrar malas ideas en la sociedad, y mucho tiempo para que desaparezcan… Hace años que trabajamos en ello», dice Rapp.
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