Los expertos dicen que la pandemia no hará que los ambientalistas demanden viajes más lentos y menos vuelos.
Con relativo éxito, un movimiento global ambiental de 2019 llamado “flight shaming” [avergonzar por volar] alentaba a los viajeros a que evitaran el viaje aéreo. Hoy, una pandemia global los obliga a hacerlo.
Texto: Sarah Gibbens
El Día de la Tierra 2020 –que celebra el 50 aniversario de esa iniciativa ambiental– llega en un momento en el que, tanto una crisis climática como una de salud global, obligan a la industria del turismo a evaluar su futuro.
A nivel global, el sector del transporte es responsable de una cuarta parte de las emisiones de bióxido de carbono. La aviación representa solo 2 % de ello y, antes del inicio de este año, el número de personas que tomaba vuelos comerciales crecía de manera constante.
Pero la preocupación por el daño irreparable de las emisiones de bióxido de carbono ocasionada por los vuelos provoca que un número cada vez mayor de viajeros cambie sus hábitos. Quienes proponen un turismo más verde tienen esperanza de que el brote de coronavirus no cambie esa tendencia.
Una conciencia cada vez mayor
De acuerdo con el Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT), la nación responsable de la mayor cantidad de emisiones de bióxido de carbono relacionadas con la aviación es Estados Unidos, seguido por China. Un sonde de ICCT de 2017 encontró que una pequeña porción de la población produce el grueso de las emisiones de bióxido de carbono.
Para ponerlo en perspectiva: ese año, 12 % de los estadounidenses fueron responsables de 68 % de los viajes aéreos mundiales, y poco más de 50 % afirmó que no habían viajado en lo absoluto.
Esta desigualdad ha encendido el movimiento de avergonzar por volar. “El verano pasado fui a Barcelona en tren– afirma Clare Farrell, de Reino Unido, cofundadora del grupo de acción ambiental Extinction Rebellion y proponente destacada de limitar el viaje aéreo–. Me llevé la bici en el tren y estuvo súper bien. Es una manera muy agradable de viajar, comparada con el fastidio del aeropuerto”.
En 2018, Farrell y varios activistas más hicieron huelga de hambre para protestar por la expansión del aeropuerto Heathrow, en Londres. El movimiento de avergonzar por volar obtuvo mayor visibilidad en Estados Unidos en septiembre pasado, cuando la joven activista Greta Thunberg cruzó el Atlántico en velero para asistir a la cumbre del clima de la ONU en Nueva York.
¿Este movimiento de avergonzar por volar ha resultado en menos vuelos?
Depende de a quién le preguntes y dónde viva. Un sondeo de 6,000 personas en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia realizado por el banco suizo UBS a final del año pasado encontró que 21 % eligió volar menos. Esto va en contra de las estadísticas que indican que 2019 fue un año récord para el viaje aéreo en Estados Unidos. Datos provenientes de la Oficina de Estadísticas de Transporte muestra que 926 millones de personas volaron en 2019, 4 % arriba del año anterior y 9 % de los dos previos.
Scott Mayerowitz, director ejecutivo editorial de la página web de viajes The Points Guy, dice que, mientras que su comunidad de lectores y viajeros es consciente de su huella ambiental, eso no determina si elegirá hacer un viaje. “Sin duda había interés de la gente [en reducir su huella de carbón] –comenta–. Nadie quiere dañar el clima, [pero] nunca fue el centro de la agenda para la mayoría de los viajeros”.
“Por mucho que yo quiera ser verde, el costo es un factor importante”, confiesa Aalia Udalawa, consultora de PKG HotelExperts y viajera ávida. Estima que gastaría hasta 20 % más en viajes sostenibles, pero dice que muchas de las opciones verdes que ha considerado se salen por mucho de su presupuesto.
Estos reportes hacen eco de una encuesta de National Geographic Morning Consult. En un sondeo realizado justo antes de la pandemia de COVID-19, preguntamos a los lectores si pagarían más para asegurarse que sus vacaciones fueran amigables con el ambiente.
Una pequeña mayoría de 53 % indicó que no pagaría más (o no tenía una opinión).
Esta instantánea representa la respuesta antes del coronaviurs. Lo que traiga el futuro está a debate.
El reto de ayudar a los viajeros a tomar decisiones sostenibles afloró en otro reporte de National Geographic de 2019. De acuerdo con el sondeo de 3,500 adultos, 42 % de los viajeros estadounidenses estaría dispuesto a dar prioridad al viaje sostenible en el futuro y solo 15 % de estos viajeros tenía la familiaridad suficiente sobre lo que en verdad significa un viaje sostenible.
La oportunidad del futuro será ayudar a los viajeros a enfocarse en prácticas amigables con el medio ambiente, proteger la herencia cultural y natural, y apoyar el beneficio social y económico para las comunidades locales, entre otros objetivos.
Sopesar opciones
Hay un interés al alza en las opciones para viajar de manera más limpia. “Hemos visto una gran cantidad de viajeros sopesar opciones de vuelos –dice Shannon McMahon, editora de la revista de viajes en línea SmarterTravel.com, un sitio de Trip Advisor–. Los viajeros parecen tomar un acercamiento más holístico que el año pasado respecto a cómo contribuyen con las emisiones de bióxido de carbono”.
Buscar la ferrovía es una opción. Aunque suele tomar más tiempo y cuesta más viajar en tren, la huella de carbono es menor. El vuelo de un pasajero de París a Barcelona crea un estimado de 238 kilogramos de emisiones de bióxido de carbono, mientras que el viaje equivalente en tren emite solo 11 kilogramos.
En Europa, donde se gestó el movimiento que avergüenza a los viajeros aéreos, los trenes se han promovido como la manera más sustentable de viajar. La infraestructura ferroviaria modernizada, incluyendo vías y estaciones mejoradas, ayuda a apoyar esta opción. Los trenes de pasajeros europeos están en su mayoría electrificados, contrario a los trenes en Estados Unidos que utilizan tanto energía eléctrica como diésel.
De manera notoria, la manera en la que un país genera su electricidad importa para calcular las opciones de viajes verdes.
Un tren eléctrico que genera electricidad a partir de energía renovable o nuclear (la mayoría de la producción de Francia, por ejemplo) produce menos emisiones que uno con electricidad generada por carbón.
Las compensaciones por emisiones de bióxido de carbono, o carbon offsets, son otra opción para los viajeros verdes. Presionados por sus clientes, aerolíneas como JetBlue han adoptado este tipo de programas para reducir el impacto. Pero si se trata de una estrategia climática efectiva, es un punto a debatir.
Los activistas ambientales dicen que los offsets simplemente nos ayudan a volar sin culpa sin reducir nuestro impacto de manera significativa.
“Es una manera fallida de lidiar con el cambio climático porque la mayoría de las emisiones proviene de la gente con más dinero, aquellos a quienes les vendría bien cambiar sistemas y hábitos –dice Farrell–. Eso solo promueve la idea de que puedes pasarle el problema a la próxima generación”.
Decisiones tan complejas podrían hacer que la mera idea de viajar sea demasiado abrumadora en su conjunto, pero no significa que no valga la pena, según los defensores.
“Es un equilibrio delicado”, sostiene Mayerowitz. Viajar genera emisiones de bióxido de carbono, pero también enriquece a la gente y a las comunidades. Él, por ejemplo, ama el senderismo, por lo que a veces vuela o conduce para llegar a los senderos. Pero para realizar tales viajes, Mayerowitz promueve los parques nacionales y transmite su amor por ellos a una audiencia más amplia.
Kelly Louise, fundadora y directora ejecutiva de Impact Travel Alliance –una organización sin fines de lucro que promueve el viaje sustentable– dice que, más que detener los viajes por completo, su organización impulsa la innovación en el sector.
Un concepto está basado en el slow travel [viaje lento], filosofía y práctica que enfatiza estadías más largas, transportes alternativos (como trenes y bicis), inmersión cultural, rentas vacacionales y destinos no masivos.
“Viajar tiene la poderosa habilidad de transformarte en un promotor de la naturaleza y la conservación –afirma–. Así que si los profesionales del turismo se pusieran a pontificar y dijeran que lo único que puedes hacer es dejar de viajar, nos perderíamos de todos los componentes magníficos que nos brinda el viaje”.
Sobrevivir la pandemia
Pocas personas o segmentos de la economía global han salido indemnes del brote de coronavirus, y eso es cierto en particular para la industria de los viajes.
“Nunca ha habido tanta riqueza y conectividad en el mundo –dice Mayerowitz sobre la vida precoronavirus–. La rápida diseminación de esta pandemia nos mostró lo conectados que estamos. Había ciudades secundarias de Estados Unidos con vuelos directos a ciudades secundarias de China”.
Pero ¿qué sucederá cuando se levanten las prohibiciones de viaje? ¿El viaje sustentable se quedará a medio camino en un mundo con riqueza redistribuida y mayor desconfianza hacia la conectividad?
“Los viajes sustentables han ido al alza durante años. No solo es difícil que una pandemia cambie eso, podría incluso hacer que los viajes sustentables parezcan más importantes que nunca”, dice McMahon.
Aunque los acontecimientos no son los mismos, McMahon nota que el turismo bajó después de los ataques terroristas del 11 de septiembre y durante la gran recesión de 2008. Pero luego recuperaron terreno, primero en trayectos locales o regionales y posteriormente en viajes internacionales.
“Los viajeros primero tienden a aventurarse cerca de casa –si las tendencias pasadas son consistentes– y visitan los restaurantes locales, permanecen en la región para una escapada de fin de semana o viajan dentro de su país antes de que regrese una demanda robusta de viajes al extranjero”, señala McMahon.
Mayerowitz comenta que ella anticipa que los viajeros buscarán vacaciones que los conecten con los demás.
“La gente va a querer tender redes con tours locales, viajar con su familia extendida”, añade.
Louise, de Impact Travel Alliance, cree que el movimiento de viajar de manera sustentable no perderá el paso. Mientras que el turismo de masas está vinculado al cambio climático, al sobreturismo y a las experiencias de viaje tradicionales, comenta, el sustentable ofrece una opción más saludable para las comunidades y el planeta.
Mi esperanza para la industria es que, cuando ceda la pandemia, seremos capaces de explorar el mundo con un sentido renovado de conciencia, curiosidad y apreciación”, concluye.
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