A partir del hallazgo de los restos de una mandíbula bien conservada, un equipo de investigadores de Penn State descubrió un genoma nunca antes observado de lo que podría ser una especie de lémur gigante en Madagascar.
Comunes hace 2 mil años en la isla africana, se fueron extinguiendo por la ocupación humana y la devastación de su ecosistema natural. De confirmarse, este descubrimiento podría modificar por completo el árbol genealógico de estos primates y la información que tenemos sobre su historia natural.
En la actualidad, más de un centenar de especies de lémur habitan en Madagascar. Sin embargo, el hallazgo de esta mandíbula revela que en un pasado no tan remoto, esta diversidad era incluso superior. A fuerza de interacción con los seres humanos, las poblaciones de estos animales se han visto significativamente mermadas. Los restos óseos son prueba fehaciente de esta condición.
En total, se estima que 17 especies de lémur se han desvanecido de la isla en milenios recientes. Lo que los investigadores no esperaban, sin embargo, es que los antepasados fueran tan grandes. En total, el lémur gigante al que le correspondió la mandíbula encontrada podría haber pesado más de 80 kilos.
A pesar de que esta información revela un nuevo panorama con respecto a la historia natural de la isla, los científicos a cargo del estudio reconocen que todavía hay incertidumbre con respecto a cómo fue que estos animales se relacionaron con su entorno y entre sí. El problema radica, en gran medida, en los obstáculos que representa trabajar con ADN tan antiguo.
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El estudio se llevó a cabo en el Laboratorio de Primatología y Paleontología de la Universidad de Antananarivo, directamente en Madagascar. Los resultados, publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, revelaron que los restos tienen al menos 1,400 años de edad, de acuerdo con la datación de la prueba carbono-14. La estructura ósea de los restos reveló no sólo sus dimensiones físicas, sino que seguramente fue un animal con muy buen apetito.
A pesar de esto, los investigadores concuerdan en que éste pudo haber sido un pariente cercano de las especies que todavía están disponibles en la isla hoy en día. No sólo eso: encontraron que tiene un vínculo con docenas de otros primates que guardan algún parecido entre sí. Entre ellos, destacaron a los monos dorados de nariz chata.
Por esta razón, no les parece aventurado sugerir que éste fue un animal herbívoro, que basó su dieta en raíces, bayas y frutas en la selva húmeda. A partir de la forma de los dientes, además, determinaron que tenía la capacidad de absorber los nutrientes desde la boca, y degradar las posibles toxinas que encontraba en la comida. Según los biólogos encargados del estudio, ésta podría ser una buena primera clave para llenar los cabos sueltos en los árboles filogenéticos de la especie actualmente.
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