Científicos estadounidense descubrieron cómo logran los osos de agua sobrevivir a una radiación mil veces mayor que la que mataría al humano.
Los tardígrados, también conocidos como osos de agua, son uno de los grupos animales más pequeños. Pero no nos dejemos engañar: estos organismos, pese a su tamaño, son probablemente los seres más resistentes del planeta.
Estamos hablando de que los tardígrados pueden sobrevivir a la radiación espacial, a la presión de la zona más profunda del planeta y a temperaturas por debajo de los -200 grados Celsius. Por lo tanto, no sorprende que estos animales hayan sido encontrados en las condiciones más inhóspitas, unas que son casi opuestas a la vida misma.
Los científicos estudian a los osos de agua con gran interés, para revelar qué hay detrás de esta fortaleza animal. Se sabe, por ejemplo, que una proteína supresora de daños protege su ADN o que pueden recurrir a un estado, de animación suspendida y deshidratada, en el que logran sortear con éxito condiciones externas que resultarían insostenibles de otra forma. Ahora, los investigadores saben algo más.
A la luz de la ciencia
Gracias a un equipo, dirigido por la bióloga Courtney Clark Hachtel, de la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos), ya se sabe por qué los tardígrados son capaces de resistir una radiación cuya dosis es mil veces mayor que la sería letal para los seres humanos.
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Con el fin de sacar a la luz este secreto, celosamente guardado por los osos de agua, los investigadores estudiaron el efecto de la radiación gamma en una especie de tardígrado llamada Hypsibius exemplaris.
Luego de varia pruebas, los científicos vieron que los tardígrados aumentaron la producción de genes reparadores del ADN, a tal grado que sus productos se convirtieron en unos de los más abundantes. Un día después, los animales habían reparado la mayor parte de su ADN dañado por la radiación ionizante.
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“Lo que estamos aprendiendo sobre cómo los tardígrados superan el estrés de la radiación puede conducir a nuevas ideas sobre cómo podríamos tratar de proteger a otros animales y microorganismos de la radiación dañina» señala Clark-Hachtel en un comunicado.
El artículo que da cuenta de la investigación y sus resultados fue publicado en Current Biology.
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