El arapaima (Arapaima gigas) es el pez de río más grande del mundo y el segundo pez de agua dulce de mayor tamaño, sólo por debajo del esturión belga que habita en el Mar Negro.
Esta especie puede llegar a alcanzar más de tres metros de largo y pesar hasta 250 kilogramos. Su silueta es bien conocida por los habitantes de la cuenca amazónica: posee un cuerpo alargado con escamas gruesas que le protegen de los ataques de pirañas y forman un patrón plateado con bordes que puede adoptar una coloración roja y ocasionalmente amarilla.
También conocido como paiche o pirarucú, este gigante de agua dulce se alimenta principalmente de otros peces más pequeños y ocasionalmente por crustáceos y plancton. A pesar de su tamaño, no existen registros de ataques a humanos; sin embargo, su pesca conlleva los riesgos propios de capturar a un animal de su peso.
Su distribución se extiende a través de la cuenca amazónica en aguas poco profundas y pantanos donde el oxígeno es escaso. Adaptado para sobrevivir en aguas ricas en vegetación, el arapaima prefiere los sitios con poca corriente y requiere salir a respirar al menos cada 20 minutos.
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Su presencia ha acompañado a los pueblos amazónicos desde hace miles de años. En la tradición oral de distintas localidades se nombran las técnicas de su caza, golpeándolo en aguas bajas o bien, utilizando arpones para inmovilizarlo.
También es un recurso alimentario y económico para los pueblos que se extienden al borde del río, pues su carne es preciada y suele agotarse en los mercados: un individuo de 200 kilos puede arrojar hasta 60 kilogramos de filete.
Durante la década de los 70, la caza indiscriminada provocó una disminución de la especie en distintas localidades que atraviesan el Amazonas.
La problemática llevó a tomar medidas como censar a la población y limitar la pesca anual según el número de individuos que se calculaba que existían en libertad, además de permitir su pesca únicamente a las comunidades locales, disminuyendo el número de foráneos que viajaban con el único fin de pescar a esta especie y explotarla comercialmente.
En las últimas décadas, los avistamientos de arapaimas gigantes se han hecho más esporádicos. De ahí que las comunidades amazónicas no sólo hayan redoblado sus esfuerzos por proteger las zonas donde se reproduce el pirarucú en los últimos años, sino que mantengan cooperativas de pesca sostenible que al mismo tiempo que les permiten explotar comercialmente y mejorar su calidad de vida, contribuyen a la preservación del pez gigante del Amazonas.
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