Cazan durante la noche, cuando los pájaros están menos alerta en sus nidos. Desde la comodidad de su hogar, caminan con sigilo en las latitudes más tropicales de Australia. En el país son temidos por sus dimensiones y dieta. Se han ganado fama por el veneno poderoso que tienen en algunos segmentos de la coraza que les recubre todo el cuerpo. Al inyectarlo en sus presas, ya no queda esperanza. Así opera el ciempiés gigante australiano.
El ciempiés gigante de Australia se alimenta de polluelos y pájaros pequeños. Con poco más de 30 centímetros de largo, atenaza a sus víctimas con su boca en forma de pinza, y una vez que las inmoviliza, les inyecta un veneno letal. Después se las come lentamente, con todo y plumas. A pesar de que, muchas veces, sus presas son más grandes que él —y pueden defenderse—, este insecto no le tiene miedo al éxito: sabe que cuenta con varios ases bajo de la manga.
Al año, investigadores locales calculan que estos gusanos pueden comer hasta 3 mil 700 crías de pájaros, en diferentes estadios de desarrollo. Con este ritmo de cacería, se posicionan como el depredador más certero en Phillip Island. A pesar de ello, la especie es un agente vital para la estabilidad del ecosistema:
«En cierto sentido, han tomado el lugar (o nicho ecológico) de los mamíferos depredadores, que están ausentes en la isla«, escribe Luke Halpin, ecologista líder del estudio, en su artículo para The Conversation. Por esta razón, de manera evolutiva han desarrollado estrategias de caza nocturna, que mantienen las poblaciones de ave a raya todos los días.
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Dylan Thomas, en su célebre poema Do Not go Gentle into that Good Night (1947), le pedía a su padre moribundo que no se rindiera ante la fuerza de su última noche oscura. Antes de morir, fue la última petición que escuchó de su hijo. Una situación similar asecha a los pájaros inadvertidos de la Phillip Island, antes del ataque terminante de los ciempiés gigante.
En general, se van al cuello de sus presas. De esta manera, inyectan la ponzoña en las arterias principales de los bebés, y es más difícil que puedan contraatacar. Una vez en el torrente sanguíneo, es cuestión de minutos antes de que caigan muertos. Sin embargo, los ciempiés gigantes no esperan a que sus presas mueran: se las comen en ese instante, todavía vivos.
Sin embargo, después de 132 horas de observar a la especie, un equipo de biólogos australianos se percataron de que un aplastante 48 % de los gusanos se alimentaban de mucho más que sólo polluelos. También cazan otros vertebrados pequeños, que logran inmovilizar con su táctica infalible: directo al cuello.
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