Más de 1200 especies de arañas, escorpiones y otros arácnidos son víctimas del comercio ilegal de especies exóticas. El mercado negro funciona, ahora, en línea.
Atrapadas en cajas de plástico, llenas de arena, miles de tarántulas y otras especies de animales ‘exóticos’ forman parte de una red cada vez más extendida de comercio ilegal. La amplia mayoría de las transacciones se concretan por internet, según denuncia un estudio publicado recientemente en Nature Communications. Lo más alarmante, explica el equipo de especialistas, es que están disponibles en casi cualquier buscador.
En total, el estudio reportó 1,264 especies diferentes, pertenecientes a «66 familias y 371 géneros en el comercio», escriben los autores del Museo de Historia Natural de Finlandia. Un porcentaje elevado de ellas —hasta el 66 %—, son directamente extraídas de sus hábitats naturales, para ser empacadas en cajas de plástico. Esto es lo que se sabe al respecto.
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Escondidos a plena vista
‘Araña’, ‘escorpión’ y ‘arácnido’ fueron algunos de los términos que los científicos ingresaron en el buscador como punto de partida. Les sorprendió que, sin ningún filtro de seguridad, cientos de tiendas digitales ofrecían ejemplares endémicos de estos animales. Los catálogos que encontraron —como cualquier menú de ropa, comida o servicios en línea— despliegan a las especies abiertamente, como bienes de consumo exóticos.
«La lista incluía algunas especies llamativas, como el enorme escorpión del bosque asiático y la tarántula cebra de Costa Rica», documenta The New York Times. «Pero también había algunas sorpresas como la araña de patas largas, habitante habitual de los sótanos de Estados Unidos».
Aunque, en los entornos digitales, se despliegan anuncios masivos, la base de datos de comercio del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos sólo consideraba 267 especies de arácnidos involucrados en esta dinámica. Las arañas, escorpiones y otros animales que son parte del comercio ilegal realmente, sin embargo, extralimitan esa cifra por más de mil especies diferentes.
El problema es que algunas de estas especies ni siquiera se han estudiado por la ciencia todavía. Aún así, aparecen como protagonistas en las listas del mercado negro digital, denuncian los biólogos a cargo del estudio. Incluso a pesar de que podrían representar una amenaza para las personas que los adquieren, la telaraña de comercio ilícito crece, se enreda y se vuelve cada vez más amplia.
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Las arañas no son recursos inagotables
Cuando se extrae a las especies de su entorno natural, todo el ecosistema entra en estrés. Esto es así porque cada ser vivo que lo integra tiene una función biológica. Al momento de sacar a los arácnidos de sus entornos naturales, un agente de equilibrio también hace falta en ese entorno. Las consecuencias vienen en efecto dominó.
Así lo explica los autores en el estudio:
«El comercio de vida silvestre es uno de los principales impulsores de la pérdida de biodiversidad», escriben los autores en Nature, «sin embargo, aunque los impactos del comercio de algunas especies son relativamente bien conocidos, algunos taxones, como muchos invertebrados, a menudo se pasan por alto».
A los investigadores les preocupa que no pasa mucho tiempo desde que se documenta una especie hasta que sale a la venta en el mercado negro. En promedio, sólo transcurren dos años entre su descubrimiento y la venta ilegal en línea. Por el acceso masivo que permiten las compras digitales, el negocio crece —y las especies empiezan a escasear.
“Esto sugiere que la gente sale al campo, encuentra algo nuevo, recoge un montón y lo pone a la venta en internet”, afirma Anne Danielson-Francois, aracnóloga y ecologista del comportamiento de la Universidad de Michigan-Dearborn. Sin embargo, esta dinámica no es sostenible, ni siquiera, a nivel de negocio: las arañas no son recursos inagotables, enfatiza la experta.
A este ritmo de compraventa, explican los autores, los coleccionistas de arácnidos podrían tener en su posesión especies que ni siquiera se han documentado todavía. Por ello, los investigadores instan enérgicamente a los posibles consumidores finales a pensar cuál es realmente la finalidad de sus compras. Su persistencia depende de que tengan entornos naturales sanos en donde puedan habitar —y no de vivir en cajas de cristal en el estudio de algún aficionado.
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