De manera natural, los ojos de las abejas están condicionados para percibir tonalidades en el espectro de la luz que los seres humanos ni siquiera imaginamos.
Ante la pregunta de qué colores ven las abejas, la ciencia no había tenido una respuesta. Las longitudes de onda del espectro de todos los colores existentes escapa a la visión de los seres humanos. Por el contrario, cada especie logra decodificar la luz en tonalidades diferentes. Podría ser que las abejas vivan inmersas en una realidad infrarroja.
Más allá del espectro infrarrojo
La longitud onda perceptible por los seres humanos oscila entre los 390 y 750 nanómetros (nm). En ese espectro yacen todos los colores que podemos ver. Las abejas, sin embargo, están un rango menor: aproximadamente de 300 a 650 nm, más allá del espectro infrarrojo. Esto explica porqué no pueden ver el color rojo.
A diferencia de muchos mamíferos, estos insectos polinizadores viven en ultravioleta. Este condicionamiento natural les permite distinguir entre la luz y las sombras, y ver con claridad los límites y bordes suaves de las cosas con las que interactúan. Particularmente de las flores, de donde consiguen los nutrientes que necesitan para vivir.
Para encontrar las fuentes de polen, utilizan las señales perfumadas de las flores como guía para saber en dónde aterrizar. No podrían llegar a su destino y volver a su panal, si no tuvieran una visión fina que les permitiera encontrar plantas a distancia. De la misma manera, los patrones de las flores son compatibles con esta visión ultravioleta, invisible para la raza humana.
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¿Cómo sabemos qué pueden ver las abejas?
Múltiples estudios para observar el comportamiento de las abejas hacia ciertos colores incidan que son más reactivas a las tonalidades más vívidas, y tienden a ignorar las que se acercan a las gamas menos llamativas de grises. Esta preferencia responde, asimismo, a los colores que pueden percibir y que en la naturaleza les aportan beneficios, como el polen en las flores.
Más aún, los fotorreceptores que tienen en los ojos las condicionan de manera evolutiva a ver así. Para demostrarlo, los investigadores expusieron a las abejas a diferentes longitudes de onda, para determinar cuándo enviarían señales al cerebro. Todo apunta a que, efectivamente, las abejas están más allá del rojo.
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