Australia cuenta con 1,654 especies de abejas nativas, la mayoría poco conocidas, debido a la alta prevalencia de abejas europeas, una especie invasora en el subcontinente; sin embargo, el redescubrimiento de la Pharohylaeus lactiferus, una abeja que se creía extinta, demuestra que aún es tiempo para preservarlas y evitar su desaparición.
El último avistamiento registrado de esta especie data de enero de 1923, cuando tres machos fueron capturados en Queensland, al noreste de Australia. Desde entonces, la abeja Pharohylaeus lactiferus desapareció a los ojos humanos durante 98 años, hasta ahora.
El hallazgo fue realizado por James Dorey, investigador de la Universidad de Flinders y fotógrafo, que examinó 225 sitios distintos en busca de pistas sobre la abeja desaparecida hace casi un siglo. La búsqueda se extendió por Nueva Gales del Sur y Queensland, encontrando tres poblaciones de Pharohylaeus lactiferus aisladas entre sí, todas con una característica particular:
Los ejemplares demostraron una predilección especial por las plantas con floraciones de un rojo intenso. Dorey sugiere que esta podría ser una clave de casi centenaria falta de encuentros humanos con la especie: las abejas no son capaces de ver los tonos rojos, de ahí que las investigaciones previas evitaran buscar a la P. lactiferus en estas plantas.
Esta abeja es una de las dos únicas especies conocidas del género (la segunda habita en Nueva Guinea) y la información sobre ella es escasa.
La descripción que se mantiene desde hace un siglo la define como una abeja de 9 a 11 milímetros de largo, con un cuerpo robusto, de coloración negra, con algunas marcas faciales blancas que la hacen reconocible y tres segmentos abdominales.
No obstante, no todo son buenas noticias para la abeja redescubierta: si bien aún es necesario un estudio más a fondo sobre la población que sobrevive en la actualidad, todo indica que la destrucción de su hábitat, las selvas tropicales de Australia, está sometiendo a esta abeja a una presión que podría llevarlas a la extinción.
Desde la colonización europea en el subcontinente, Australia ha perdido aproximadamente el 40 % de sus bosques, un factor que se suma a la fragmentación de las selvas, los incendios masivos y el cambio climático y da como resultado un entorno hostil que empuja cada vez más a esta y otras especies de abejas a la extinción.
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