El ser humano ha causado estragos en diversos ecosistemas de nuestro planeta. En gran medida, son las diferentes industrias las causantes de ello. En el caso de los mares, el daño es cada vez más notorio. Un buen ejemplo de ello es el reciente descubrimiento que hizo un equipo internacional de investigadores de la Universidad de Auckland en los excrementos de las ballenas: una media de cinco microplásticos por cucharadita fueron registrados en las deposiciones de estos animales. El hecho de que las ballenas consumen millones de microplásticos a diario es una muestra de que la conservación y cuidado de los océanos es algo urgente.
Al igual que las mantarrayas o los tiburones ballena, las ballenas se alimentan por un sistema conocido como filtración. Esto se refiere a la extracción de alimento en grandes cantidades de agua de mar.
Las ballenas consumen millones de microplásticos a diario del medio ambiente y de los alimentos en el mar a causa de su complejo sistema de alimentación que les permite absorber toda clase de residuos en cantidades abismales. Laura Zantis, autora del estudio, afirma:
«Esencialmente, las ballenas están muestreando continuamente tanto su entorno como su presa cuando se alimentan. Queríamos entender cuántos microplásticos consumen cada día y si esos microplásticos estaban en la comida de las ballenas o provenían del agua tragada durante la alimentación».
Las ballenas se alimentan principalmente de un tipo de plancton conocido como krill. Se calcula que estos animales, los más grandes del mar, consumen en cada bocado de krill unos 25.000 microplásticos.
«Lo más alarmante es que sólo 1 de cada 1.000 proviene del agua, lo que demuestra cómo los microplásticos pueden concentrarse en la cadena alimentaria», afirma la Dra. Emma Carroll, autora principal del estudio.
A modo de conclusión, los investigadores estimaron que las ballenas consumen más de cien bocados de comida al día, con lo cual la cifra de microplásticos consumidos al día sería de unos 3 millones.
Los microplásticos son residuos que surgen de la descomposición mecánica, fotoquímica o térmica de productos plásticos más grandes. Éstos se han encontrado no sólo en los mares sino también en la nieve del Ártico, bosques y hasta en la placenta humana.
Es tal la presencia de plástico en el mundo que estamos rodeados de él sin que a veces nos percatemos de ello. Los microplásticos se encuentran incluso en el agua que bebemos, en los alimentos que ingerimos, o en la ropa que llevamos.
Estudios recientes alrededor del mundo, estiman que cada año llegan a los océanos entre 5,95 y 15,11 millones de toneladas de plástico provenientes directamente o a través de los ríos. Esta basura luego se desplaza por todo el globo.
Además de las grandes cantidades, hay que tomar en cuenta que su tamaño provoca que los microplásticos se logren colar en la cadena alimenticia de una gran parte de las criaturas vivas del mundo. En ocasiones llegan a ser hasta 150 más pequeños que un cabello humano.
Por supuesto, el ser humano no está exento de los daños causados por los microplásticos a su salud: desde alteraciones en la capacidad reproductiva y daños hormonales hasta distintos tipos de cánceres agresivos. También se han encontrado restos en las placentas de mujeres embarazadas, con consecuencias negativas para su proceso de gestación.
Según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en 2019, los microplásticos que acaban en el mar tienen siete fuentes principales:
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