Si el tráfico en las grandes ciudades del mundo puede ser un dolor de cabeza para los seres humanos, parece que la sobrepoblación de embarcaciones grandes está afectando a las especies marinas. Este flujo de barcos comerciales e industriales ya representa una amenaza. Ya sea por la contaminación o por intervenir con las zonas de alimentación, miles de ballenas azules mueren por esta razón.
Un estudio reciente muestra cómo las áreas de alimentación para ballenas en la Patagonia chilena está siendo invadidas por embarcaciones humanas. Las repercusiones van en detrimento de estos mamíferos marinos, que han mermado su población significativamente, pues lidian con miles de barcos diariamente.
Esto impacta directamente en los ecosistemas del Pacífico Sur, según la misma investigación publicada en la revista científica Nature. Los patrones de alimentación de estos cetáceos, por tanto, se ven gravemente afectados. De acuerdo con el estudio, 83 % de estos barcos pertenecen a la industria salmonera indiscriminada del cono sur.
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En consecuencia, la ballena azul se ha visto forzada a regresar dramáticamente a las aguas antárticas. A partir de un seguimiento satelital que se realizó sobre la especie, se ha logrado identificar dónde es más posible que las ballenas colisionen mortalmente con los barcos pesqueros. Luis Bedriñana-Romano, autor principal del artículo, señaló lo siguiente con respecto a que las ballenas azules mueren:
“Sabemos dónde están las ballenas, pero también sabemos que su población total es muy baja en esta área. De hecho, según nuestra investigación, podrían llegar a entre 200 y 700 personas. […] Cualquier incidente de colisión [que resulte en] la muerte de estos animales representa una amenaza real para su conservación”.
Esta invasión de la Patagonia chilena no sólo incide en la alimentación de la especie, también en la cantidad de energía que éstas invierte en encontrar alimento. Agotadas en su búsqueda de krill y violentadas por la industria pesquera, las ballenas pierden la vida en cuestión de días. El mismo fenómeno se ha apreciado en otras especies de ballenas, como las jorobadas, durante sus trayectorias migratorias hacia las costas mexicanas.
A partir del estudio, el equipo de científicos liderado por Bedriñana-Romano solicitó la creación de un protocolo de protección para estas especies masivas. En éste, se pretende detallar medidas específicas para que la industria pueda trabajar sin dañar a las ballenas azules. De esta forma, la espectacular biodiversidad marina de la zona podrá coexistir con las actividades humanas sin tanto peligro.
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