El caracol gigante africano puede transmitir una gran cantidad de parásitos a través de su baba. Su presencia no solo amenaza la flora y a especies nativas, también es un riesgo para los humanos.
El caracol gigante africano (Achatina fulica) es una especie hermosa, con un caparazón marrón y rayas claras, que puede llegar a medir los 30 centímetros. Su tamaño es un atractivo para los coleccionistas de especies y su color permite que se camufle fácilmente para su traslado.
Este molusco, originario del este de África, actualmente es considerado una de las cien especies exóticas invasoras más dañinas del mundo. Y además de tener la capacidad de desplazar a poblaciones de caracoles endémicos y ser un potencial depredador de flora nativa, también representa un riesgo para la salud de los humanos al ser un huésped de parásitos.
Este caracol gigante ha logrado instalarse en Asia, Oceanía, Europa y América. En nuestro continente está presente en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela. En Chile, este año se identificó su presencia, y en México, aunque no hay ejemplares, es considerado una especie de riesgo muy alto al ser «vector de otras especies invasoras».
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La peligrosa baba del caracol gigante africano
El caracol gigante africano ha sido trasladado a diferentes partes del mundo por coleccionistas y entusiastas de su reproducción para el consumo. También ha sido llevado de forma involuntaria debido a que se adhiere fácilmente a vehículos, plantas, superficies y cajas de cosechas.
La baba de este molusco represente un riesgo para la salud de los humanos, debido a que es portadora de parásitos, uno de ellos es el parásito pulmonar de las ratas (Angiostrongylus cantonensis), responsable de la meningitis y otras afectaciones al sistema nervioso central, aunque no es el único.
«El CGA es el hospedero intermediario de varios parásitos incluidos Aelurostrongylus abstrusus, Angiostrongylus cantonensis, Angiostrongylus costaricensis, Schistosoma mansoni, Hymenolepis spp. Y Fasciola hepática», menciona una investigación de 2019. «El A. cantonesises es el principal microorganismo causal de la meningitis eosinofílica (ME) y es agente trasmisor de la bacteria gramnegativa Aeromonashydrophila».
Las larvas de Angiostrongylus cantonensis que esparce este molusco, pueden infectar a las personas a través de prácticas tan comunes como llevarse las manos a la boca después de tener contacto con su baba, o por la ingestión de frutas y verduras contaminadas por su secreción.
«El CGA puede producir otras enfermedades parasitarias como trichuriasis, esquistosomiasis, giardiasis, blastocistosis y criptosporidiosis», menciona la publicación.
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Un caracol que crece hasta el día de su muerte
La concha de los caracoles adultos puede alcanzar los 20 o 30 centímetros de largo, y nunca deja de crecer. Aunque este periodo de crecimiento se va ralentizando con el paso del tiempo. Su condición hermafrodita propicia su reproducción a gran velocidad, debido a que pueden llegar a tener cinco o seis puestas en época reproductiva, en promedio, con 100 huevos cada una.
«Es omnívoro, con un apetito voraz, causando un gran desmedro en las plantas cultivadas. Se trata de una especie hermafrodita, que alcanza altas poblaciones, las que llegan a vivir hasta 10 años», menciona una alerta publicada por el gobierno de Chile. «Su impacto en el medio ambiente también es considerable por su gran capacidad para desplazar a poblaciones de caracoles nativos al competir por el mismo hábitat y alimento, y por la depredación de flora nativa».
Su voraz dieta alcanza 500 tipos de plantas, algas y hongos. Además de que requiere un suministro constante de calcio, el cual obtiene a través del consumo de huesos, cáscaras de huevo, conchas de ostras y otros caracoles, y cuando estos no están disponibles en su entorno, pueden incluso comer estuco, pintura y concreto.
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