Este crustáceo depredador, descubierto por científicos chilenos, ha evolucionado para prosperar en lo profundo de la brutal Fosa de Atacama
Aunque apenas supera los 4 centímetros de longitud, la biología abismal de este crustáceo depredador ha fascinado a sus descubridores del Instituto Oceanográfico Woods (WHOI) y la Universidad de Concepción. Fue hallado a más de 8 mil metros de profundidad, donde las condiciones extremas lo han obligado a desarrollar diminutos ojos sin pigmento y apéndices con proporciones casi «lovecraftianas»; el bizarro aspecto de este «anfípodo» le ha ganado gran popularidad en un tiempo muy corto.
Como homenaje, los géneros taxonómicos de anfípodos reciben los nombres de figuras literarias. Este no es la excepción; su género (Dulcibella) toma inspiración de Dulcinea del Toboso, de la famosa novela cervantina Don Quijote. En cambio, su especie (camanchaca) hace referencia un grupo indígena, originario de la costa desértica andina.
Además de ser visualmente impactante, su capacidad para cazar en total oscuridad y soportar altísimas presiones ha asombrado a los científicos. Su morfología está revelando nuevas formas en las que «la vida se abre camino», a través de selección natural, para prosperar en los ambientes más hostiles.
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Adaptaciones Extremas: frío, presión y oscuridad
El cuerpo de este crustáceo depredador, no más grande que una cucaracha, ha desarrollado notables adaptaciones para prosperar en un ambiente extremo, con presiones inmensas y gélidas temperaturas. A pesar de tener un metabolismo lento, pueden nadar con velocidad, atrapando y engullendo a cualquier cosa —más pequeña que él — a la que logre atrapar.
El estudio de este organismo podría ampliar nuestro entendimiento sobre cómo las especies evolucionan para habitar ambientes de total oscuridad. Esto podría resultar muy útil para futuras investigaciones sobre vida extraterrestre en planetas con estas condiciones.
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¿Estudiar vida en otros planetas?
Resulta muy difícil comparar las condiciones de la Dulcibella camanchaca con las de las aguas poco profundas estudiadas convencionalmente por la biología marina. El abismo es tan hostil hacia la vida que algunos científicos consideran que las fosas podrían ayudarnos a simular cómo la vida logra prosperar en lugares extremos, incluso fuera de la Tierra.
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Específicamente, las teorías que sugieren la presencia de agua líquida en algunas lunas de Júpiter y Saturno podrían nutrirse de la bizarra evolución sufrida por este crustáceo blanquecino a lo largo de millones de años.
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