Los koalas tienen maneras poco convencionales de vivir. Así como obtienen la mayor parte del agua que necesitan de las hojas en los árboles, estos marsupiales tienen un sensor gigantesco integrado a la cabeza con el que detectan sustancias tóxicas y enemigos potenciales: la nariz. Así funciona.
Pocos animales tienen la nariz en forma de rectángulo. Los koalas son uno de ellos y puede ser que esta figura no sea casual. Un estudio reciente que consideró una muestra de 108 ejemplares reveló que tiene funciones muy específicas, únicas para la especie.
La nariz es clave para decidir si una hoja es segura para comer o no lo es. No sólo eso: desde sus primeros días de vida, las crías son capaces de olfatear toxinas, incluso de los pezones de su madre.
Es probable que hayan desarrollado esta multifuncionalidad en la nariz como mecanismo de defensa evolutivo, ya que pasan la mayor parte de sus vidas descansando o durmiendo. Cuando no lo hacen, se alimentan o se trasladan en los árboles con ese fin. Durante sus horas de vigilia, siguen su olfato.
A diferencia de otras especies, los receptores olfativos de los koalas se encuentran en las células nerviosas que tienen en la cavidad nasal. Sin embargo, su información genética reveló que no tienen muchos genes de este tipo. Esta condición coincide con el hecho de que los marsupiales no se distinguen por tener sentidos del olfato agudos.
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Además de ayudarles a identificar situaciones peligrosas y a reconocer su entorno, estos animales la utilizan para saludar a sus pares. Las enzimas presentes en las narices de los koalas les ayudan a que no se abrumen con los olores en el entorno, sin perder su sensibilidad natural.
Si bien es cierto que olfatear es un recurso fundamental para la especie, es posible que cumpla la función de comunicarse con los demás. De la misma manera, esta capacidad les permite reconocer en quiénes puede confiar en quiénes no.
Aunque los koalas son animales solitarios, durante las temporadas de reproducción, los machos identifican a sus parejas sólo con los registros de sus fosas nasales. Con ella, reconocen sus feromonas o saben si están enfermas.
Incluso en cautiverio, los koalas utilizan su nariz para conocer su entorno. Por esta razón, no disfrutan de la compañía ni la manipulación humana. La multiplicidad de olores y hormonas que no conocen los estresa y abruma, generándoles cantidades importantes de cortisol en el organismo.
Estas complicaciones se acentúan cuando se les toca la nariz, ya que son de los pocos animales que se reconocen entre sí al frotarlas contra otros ejemplares. A la larga, esta constante exposición a estrés elevado merma significativamente su bienestar y calidad de vida.
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