No todos los días se encuentran grupos inéditos de ballenas azules mientras se buscan bombas nucleares.
De las profundidades del Océano Índico emergió un canto que nadie había escuchado nunca. En medio de una monitoreo de rutina de bombas nucleares, un equipo de científicos se desconcertó al registrar ondas de sonido sin una explicación aparente. Una revisión más cuidadosa reveló que se trataba de cetáceos masivos que, a pesar de alcanzar una longitud total de 25 metros cada uno, no se habían visto jamás en la zona: eran ballenas azules.
Vecinos tímidos
Las ballenas azules no se caracterizan por ser animales violentos. A pesar de sus dimensiones titánicas, rara vez se meten con otros seres vivos. De manera general, se alimentan únicamente de krill, un tipo de camarón microscópico. Además de su tamaño, son fácilmente identificables por su canto único en las latitudes norte del planeta.
Aunque son animales migratorios, generalmente se encuentran en el Atlántico. Por esta razón, para los científicos que estaba realizando un monitoreo de rutina en busca de bombas nucleares fue una sorpresa registrar sus vocalizaciones en el Océano Índico. Nunca antes se había escuchado en esta región del planeta.
Resulta ser que se trataba de ballenas azules pigmeas (Balaenoptera musculus brevicauda) según detallan los expertos en Scientific Reports, que habían logrado evadir la detección científica por décadas. No era cuestión de que llegaran ahí por casualidad. Por el contrario, todo apunta a que han hecho de ese espacio un hogar desde hace tiempo, pero nunca habían sido vistas.
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Población de Chagos: una nueva familia de ballenas azules
La clave para dar con su existencia estuvo en los datos acústicos recopilados por una matriz de detección de bombas nucleares submarinas. Con esta tecnología, la canción de las ballenas azules fue ineludible. Fue entonces que los científicos decidieron llamar a este grupo recién descubierto como «población de Chagos«, aludiendo a las islas aledañas a su hábitat:
«Todavía estamos descubriendo poblaciones perdidas del animal más grande que jamás haya existido», se sorprendió Tracey Rogers, ecóloga marina de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) en Australia. «Es un testimonio de la dificultad de estudiar la vida en el océano».
La experta destaca el hecho de que encontrar ballenas azules es difícil, ya que fueron llevadas al borde de la extinción por la caza industrial. Si bien antes se estimaba una población global de 350 mil ejemplares, hoy apenas quedan unas 10 mil en el hemisferio sur, según el Centro para la Diversidad Biológica.
Sin embargo, se tiene registro de una recuperación lenta pero prometedora en poblaciones de otras regiones del mundo. El hallazgo de este nuevo grupo, por tanto, representa un haz de luz esperanzador para la especie en el planeta.
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