Durante los últimos 10,000 años, gatos y humanos han desarrollado una relación mutualista donde a través de la selección artificial, los primeros han renunciado gradualmente a características de sus progenitores salvajes a cambio de una fuente continua de alimento y sustento dentro de grupos humanos.
Gracias a su capacidad para ahuyentar roedores que se acercaban a los primeros depósitos de granos y cereales (además de cazar insectos y serpientes), los gatos se convirtieron en animales de compañía populares que partieron desde África y Asia hacia el resto del mundo.
Sin embargo, al cabo de miles de años y cientos de generaciones cuya reproducción ha sido gestionada parcialmente por los humanos, no sólo han cambiado su comportamiento respecto a sus ancestros, también el tamaño de sus órganos internos.
Un nuevo estudio liderado por la Universidad de Viena y los Museos Nacionales de Escocia comparó los cráneos de los gatos domésticos contemporáneos con otras especies de gatos salvajes, especialmente con el gato montés (Felis silvestris) y el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica), considerada la primera subespecie de gato domesticada por los egipcios.
Al comparar el tamaño de sus cráneos, el equipo a cargo de la investigación halló que el cerebro de los gatos domésticos ha experimentado un descenso significativo en su tamaño durante los últimos 10,000 años.
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Según los autores, el resultado coincide con distintos estudios previos que demuestran que el tamaño del cerebro de los perros, ovejas y conejos contemporáneos ha disminuido comparado con sus ancestros no domesticados.
Las investigaciones previas sugieren que una de las posibles razones del descenso en el tamaño cerebral se debe a una disminución en las células de la cresta neural, encargadas del procesamiento y la respuesta ante amenazas.
De acuerdo con esta hipótesis, a partir de la relación que los gatos han establecido con humanos desde hace unos 10,000 años, tanto ellos como el resto de animales domésticos (especialmente los perros) enfrentan menos amenazas en su día a día, desarrollándose la mayor parte del tiempo en entornos controlados por humanos.
Y aunque investigaciones previas aseguraban que la selección artificial también se había encargado de modificar el hocico de los gatos y hacerlo más pequeño, los investigadores compararon el tamaño del paladar en los gatos domésticos y sus ancestros salvajes sin obtener diferencias significativas entre ambos.
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