La caza furtiva por el marfil es uno de los problemas más crudos a los que se enfrentan los elefantes en Kenia. A pesar de los esfuerzos de conservación que ha realizado el Estado para protegerlos, cada vez con mayor celeridad la especie se enfrenta a obstáculos que no pueden sortear del todo. Uno de ellos, por si la matanza no fuera suficiente, es la creciente demanda de aguacates.
Como un país tropical al Este de África, Kenia es un territorio fértil para el cultivo de aguacates. A pesar de que el comercio ha florecido en favor de la agricultura, una guerra silenciosa en contra de la destrucción del hábitat natural de los elefantes se está librando en el pico más alto del continente africano.
El problema es que muchas de las granjas donde se están cultivando árboles de aguacate están invadiendo las reservas naturales en las que los elefantes viven. Particularmente cerca de Amboseli, donde ya se extienden más de 70 hectáreas de tierra destinada a la agricultura.
Como es de esperarse, los dueños de las granjas refutan cualquier cuestionamiento con respecto a la destrucción e invasión de zonas naturales protegidas. Según ellos, el desarrollo «no representa una amenaza para la vida silvestre y genera trabajos muy necesarios en tierras ociosas«. El argumento, además de resultar dudoso, es notablemente quebradizo.
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El crecimiento de la población humana en el país está deteriorando significativamente el bienestar de las especies silvestres kenianas. Los elefantes se encuentran entre los animales más afectados por esta situación. El Estado se ha cuestionado seriamente qué tiene más peso: alimentar a sus pobladores, incentivar el comercio o salvaguardar el equilibrio ecológico al interior del país.
La lucha por la creciente falta de recursos naturales para que los elefantes se desarrollen con salud está condicionada por los intereses económicos de los dueños de las granjas quienes están terminando con tierras reservadas para la vida salvaje.
Mientras las poblaciones de elefantes se ven orilladas a condiciones precarias, cafés en Europa usan al aguacate como un suplemento decorativo para sus desayunos. Irónicamente, se sigue una tendencia veggie o industria cárnica en el mundo.
A las faldas del Kilimanjaro, una nueva fuerza agrícola emerge a costa de la vida silvestre keniana. Con ingresos de más de 100 millones de euros al año, el aguacate se impone ante las necesidades elementales de la diversidad en el país, en favor de la exportación y del comercio global. Conforme la industria avanza, las posibilidades de coexistencia parecen cada vez más lejanas.
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