Por ordinario y común que nos parezca, los gatos son la excepción a una regla que dicta que entre más grande es un animal más largas son sus cuerdas vocales, dando como resultado sonidos de baja frecuencia. El hecho de que estos felinos domésticos sean animales pequeños capaces de producir un ronroneo tan profundo ha resultado demasiado desconcertante para los científicos. Pero, al parecer, ya hay una explicación al misterio.
Un reciente estudio publicado en Current Biology sostiene que los gatos cuentan con unas “almohadillas” en las cuerdas vocales que pueden ayudarles a producir las vocalizaciones de baja frecuencia típicas del ronroneo.
Antes de este hallazgo se creía que la vibración del ronroneo funcionaba gracias a los principios de contracción muscular, es decir, cuando el sistema nervioso emite una señal, hacia una unión neuromuscular, ocurre una tensión en las fibras y se genera un movimiento.
Ahora, gracias a la investigación citada, los especialistas saben que las almohadillas de las cuerdas vocales de los gatos operan de una forma que puede ser explicada con la teoría miolástica aerodinámica. Bajo esa visión, el aire que entra y sale de los pulmones de un gato es lo que activa el profundo sonido.
Los científicos que presentan este descubrimiento recurrieron a ocho gatos domésticos, a los cuales se les había practicado la eutanasia. Con el consentimiento de los dueños, los autores de la investigación separaron las laringes del resto del cuerpo para introducirles aire caliente y simular las vocalizaciones de los felinos.
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De ese modo los científicos vieron que sin la intervención del cerebro, y sin contracciones musculares, los gatos están en completas posibilidades de hacer su ronroneo. Y es que los investigadores, con este experimento, lograron generar el sonido a la misma frecuencia en que los estos animales domésticos lo hacen.
Respecto a las almohadillas, estas son en realidad masas de tejido incrustadas en las cuerdas vocales y, según la explicación dada, ahí residiría la clave del ronroneo. Dichas estructuras podrían ralentizar las vibraciones de las cuerdas, permitiendo a los gatos hacer ese sonido de baja frecuencia, a pesar de su tamaño.
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Sin embargo, el que este trabajo se haya hecho con gatos muertos genera escepticismo sobre la conclusión, así se lee en Smithsonian Magazine. Hacer algo similar con ejemplares vivos representa un nivel de dificultad mucho mayor, ya que el mismo comportamiento de los gatos sería un obstáculo.
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