Corren más de cien años desde que el cóndor de California extendió sus alas en Estados Unidos. Originalmente, la especie se extendía desde Columbia Británica hasta México. Sin embargo, la pérdida indiscriminada de su hábitat natural y la caza furtiva mermaron las poblaciones hasta desaparecer casi por completo. Hoy, el panorama es diferente.
Las amenazas de extinción hacia los cóndores de California comenzaron en la década de los 80. Cazadores deportivos se tomaron licencias que tuvieron repercusiones trágicas en los ejemplares existentes en Estados Unidos. Debido a esta disminución abrupta, desde hace cuatro décadas diversos equipos de biólogos han hecho esfuerzos de conservación significativos para que la especie se restablezca.
A partir de esta alarma, la especie ha sido reintroducida en el sur y centro de California. Sin embargo, este estado no es el único en el que estas aves emprenden el vuelo de nueva cuenta: Utah, Arizona y Baja California también contarán con un aumento significativo de individuos, que amplía la diversidad de especies en territorio estadounidense y mexicano.
Al día de hoy, se tiene registro de 300 nuevos ejemplares puestos en libertad. Tras un siglo de lucha contra la extinción, la cifra es esperanzadora para el cóndor de California. En gran medida, los esfuerzos de reproducción y reinserción están siendo dirigidos por los pobladores originarios Yurok, cuya tierra ancestral abarca grandes franjas de bosque y costa en el norte del estado, así como algunos parques nacionales.
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Si bien es cierto que la tribu Yurok ha encabezado los esfuerzos de conservación de la especie, todavía hay mucho trabajo que hacer. La supervivencia del cóndor de California dependerá de las concesiones que otorgue el estado para devastar su hábitat natural en favor de la industria, la urbanización y la gentrificación.
De la misma manera, la calidad del aire y la contaminación de los suelos representan un obstáculo considerable. Muchos de los ejemplares puestos en libertad tendrán que enfrentarse al envenenamiento por plomo producido por la actividad humana. De la misma manera, la caza furtiva se posiciona como una de las amenazas más graves para la especie en la actualidad.
“Cuando vuelvo a ver un cóndor en el cielo”, dijo Tiana Williams-Claussen, directora del departamento de vida silvestre de la tribu Yurok, “es solo para reparar esa herida que llevaron mis mayores, que llevo yo y que no cargarán mis hijos»
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