La temporada de calamares en Massachussetts, Estados Unidos, siempre implica nueva investigación sobre su genoma. Durante su periodo reproductivo en el año, los mares se colman con miles de ejemplares maduros que, al ser extraídos del agua, pierden la coloración verdosa de la piel. Luchando contra su vida, se tiñen de un marrón intenso, que indica que están enojados.
Para el pescador Matt Rissel, esta conducta no es nueva. Por el contrario, está acostumbrado a lidiar con Loligo adultos, conocidos por su nombre científico, Doryteuthis pealeii. Al alcanzar la adultez, estos animales pueden medir hasta 30 centímetros. Algunos de ellos serán recolectados para estudiar sus fibras nerviosas, extrañamente similares a las que construyen el cerebro humano.
No es la primera vez que el genoma de los calamares arroja nueva información sobre el sistema neuronal humano. Por el contrario, las fibras nerviosas de los cefalópodos han servido durante décadas para entender nuestro cerebro. A pesar de que su constitución física poco tiene que ver con el organismo humano, se han encontrado coincidencias en la constitución genética de ambas especies.
Según la cobertura de National Geographic, las aguas poco profundas de Massachussetts son un campo de cultivo natural para la especie: ése es el lugar que escogen, cada primavera, para desovar. A diferencia de su ecosistema natural, en las profundidades de cañones oscuros prefieren subir a la superficie para tener a sus huevecillos. La gran mayoría de ellos terminarán atrapados en redes pesqueras, para ser consumidos como alimento.
Sólo algunos cuántos serán destinados a la investigación científica. Tal fue el caso del ejemplar que atrapó Rissel, que fue transportado de manera posterior al Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole. Estudios anteriores sugieren que, con un análisis más detallado, el cerebro de los calamares servirá para desarrollar terapias neurológicas y genéticas para seres humanos.
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En estudios previos, se ha logrado modificar el genoma de los calamares para decodificar su habilidad natural para cambiar de color. Según la cobertura de James Dinneen, los científicos pudieron observar «desde su capacidad de cambiar de color las células de su piel hasta la capacidad de apareamiento mimética de las sepias», que tienen constituciones genéticas similares.
En esta ocasión, sin embargo, el ejemplar recuperado por Rissel será utilizado para analizar sus fibras nerviosas. Conocidas como axones, se extienden a lo largo de todo el cuerpo del animal. Para Leonid Moroz, neurocientífico de la Universidad de Florida, estas estructuras nerviosas en los calamares son «el regalo de la naturaleza a la neurociencia«.
Entre ellos, destaca su notable capacidad de adaptación. Según los registros de la historia natural de la especie, han poblado los mares de la Tierra desde hace 250 millones de años, durante el periodo Paleozoico. Incluso desde entonces, han demostrado tener una complejidad neuronal destacable sobre otras especies marinas.
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