Cuando se realiza una compra en línea, generalmente se hace un cobro adicional por ‘shipping’, o ‘envío internacional’. Especialmente, cuando el sitio desde donde se hace la transacción no pertenece al mismo país que el cliente. Para que el paquete llegue en tiempo y forma a su destino, muchas veces tiene que viajar miles de kilómetros a través de los océanos.
De hecho, «más del 80 % del comercio internacional se realiza por mar«, según la ecóloga marina
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El problema está, explica la ecóloga marina británica, en que las ‘autopistas marinas’ se cruzan con las rutas migratorias del tiburón ballena y otras especies grandes:
«Los cursos que toman estos buques portacontenedores son rutas marítimas fijas conocidas como autopistas marítimas», escribe para The Conversation. «Estas carreteras, por las que viajan los barcos de un lado a otro, conectan puertos distantes, a menudo en lados opuestos de vastos océanos».
El problema es que, a pesar de que estas vías marítimas están diseñadas para optimizar tiempos y movimientos, interfieren con la biosfera marina. A partir de la tecnología satelital empleada para Global Shark Movement Project, el equipo de rastreó casi 350 tiburones ballena que padecieron de las consecuencias de estas dinámicas.
Se logró identificar su ubicación a partir de etiquetas electrónicas, explican los autores en el estudio, publicado recientemente en PNAS. Así, consiguieron «sus posiciones en todos los océanos principales con un detalle sin precedentes». Esto fue lo que encontraron.
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Los científicos de Southampton se dieron cuenta de que el tiburón ballena se congrega con otros miembros de su especie en las áreas costeras. Así, se pudo comparar en qué lugares podrían cruzarse con embarcaciones de más de 300 toneladas, lo suficientemente masivas para matarlos tras chocar con ellos.
«Encontramos que un asombroso 92 % del espacio horizontal ocupado por los tiburones ballena y casi el 50 % de sus capas de profundidad se superponen con las actividades de estas flotas», documentan los autores.
Aunque un tiburón ballena promedio puede medir hasta 20 metros de largo, y generalmente son animales robustos, sus pieles no están diseñadas para contrarrestar el impacto de una embarcación industrial. Por miles de años, no se acostumbraron a lidiar con un depredador de estas magnitudes, por lo que no tomaron un camino evolutivo para protegerse de las rasgaduras de hélices o impactos contra barcos de estas dimensiones.
A pesar de que el fenómeno está documentado, los autores destacan que el «tráfico marítimo mundial está aumentando junto con el crecimiento económico mundial«. Por ello, los casos de choque contra tiburones ballena sólo podrían ir en aumento, cada vez con más celeridad. Y lo que es más: es muy probable que las áreas de cruce también se hagan más extensas. «mitigaciones de colisión en áreas de alto riesgo parecen necesarias para ayudar a conservar esta especie icónica«, concluyen los autores.
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