Durante años, un comportamiento de las rayas Munk ha fascinado a los científicos marinos: ¿por qué una criatura del mar se lanzaría fuera de su entorno natural para luego volver a sumergirse estrepitosamente?
Existen varias teorías. Algunos apuntan que las nueve especies de mantarrayas diablo, como también se le conoce, lo hacen para deshacerse de parásitos, mientras que otros sugieren que podría ser parte de un ritual de apareamiento.
Mientras los apodos se les acumulan y se disipan los misterios sobre los motivos de sus “vuelos”, hay algunos datos sobre la anatomía de la raya munk que son cruciales para entender más sobre sus espectaculares acrobacias y, por supuesto, la urgencia de su conservación. Empecemos por el principio.
Sin embargo, las primeras evoluciones cercanas a las rayas (y otros miembros del género Móbula) que hoy conocemos se dieron hasta hace unos 20 millones de años, esas especies del fondo marino fueron las primeras en mostrar cualidades bentónicas, que significa la capacidad de realizar movimientos ondulatorios al nadar para enterrarse en la arena o adherirse a las rocas.
Pero si se tuviera que elegir en el pasado la forma de una raya actual, la más parecida es la de hace 5 millones de años, que ya contaba con las características distintivas de la de hoy como las triangulares aletas pectorales, el cuerpo aplanado y la cola sin aguijón, pero tan impactante como un látigo, como un bello papalote acuático.
Aunado al misterio de su vuelo, los biólogos coinciden en que el registro fósil de las mantarrayas no da mucho espacio a la precisión de datos como en otras especies, pues el cartílago no se conserva tan bien como los huesos. Aún así se puede asegurar que las rayas que vienen desde el oligoceno son los peces cartilaginosos más evolucionados física y morfológicamente.
Como muchas otras especies marinas, las mantarrayas diablo han pasado muy pronto de “vulnerables” a ser una especie en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Y su conservación se ha considerado una tarea titánica tomando en cuenta que hasta 2016, la Aquatic Conservation registró que en el Pacífico oriental una de cada seis redes capturaba rayas, incluyendo a las de esta especie, lo que ayudaba al escandaloso resultado 13 mil ejemplares entre las redes pesqueras de atún al año en todo el mundo.
Este texto fue escrito por Karina Espinoza, historiadora del arte y editora con 15 años de experiencia en medios como El Universal, Nexos y Editorial Televisa. Las fotografías son de Octavio Aburto, biólogo marino y Explorador de National Geographic.
Nudibranquios: Las joyas más brillantes del mar son moluscos
Más que carisma: El impacto ecológico del Lobo Marino de las Californias
Así es la fascinante tortuga verde, el tesoro del océano que el calor está cambiando
Los museos han pasado de ser espacios de arte a ser espacios de protesta contra el cambio climático y este…
Perú ha sido elegido como el mejor destino culinario del mundo, ¡por doce años consecutivos! Su riqueza gastronómica está en…
En una de las ciudades más caras del mundo, también hay lugar para recorridos por unos pocos dólares. Vive Nueva…
Cada año, una gran colonia de murciélagos emprende una travesía para acompañar el crecimiento de sus crías en La Cantera,…
El interior de la Tierra sigue siendo enigmático. Para prueba, está el reciente descubrimiento de supuestos trozos de la corteza…
Monterrey no solo es una ciudad de hormigón y concreto, también alberga vida y territorio compartido. Conoce la lucha del…