La historia de la evolución entre los homínidos data, al menos, de hace 2 millones de años. Desde aquel pasado remoto, varias especies de humanos proliferaron sobre nuestro planeta. En algún momento de la historia natural, en proceso que algunos científicos conciben como ‘azaroso’, las condiciones climáticas y la herencia genética dieron con el Homo sapiens sapiens.
Antes de nosotros, sin embargo, otras varias especies de humanos desfilaron por la Tierra. Así como sucede con los demás animales, cuyas ramas evolutivas persisten en la actualidad, ¿sería posible que otros homínidos parecidos a nosotros habiten la Tierra en la actualidad? Como paleontólogo y biólogo evolutivo, Nicholas R. Longrich podría tener una respuesta al respecto.
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La evolución no sólo depende de la genética. Por el contrario, como explica Longrich para The Conversation, es un proceso complicado que involucra varios factores en el ambiente. Según sus años de experiencia en el campo, la humanidad evolucionó ‘paso a paso’, a lo largo de millones de años:
«Aparecieron mutaciones en nuestro ADN, se extendieron por la población, y nuestros ancestros poco a poco se fueron convirtiendo en algo más parecido a nosotros y, finalmente, aparecimos nosotros», escribe el especialista.
Sin embargo, el autor reconoce que los seres humanos tenemos algo ‘distinto’ a los demás miembros del reino animal. Hace más de un siglo, Charles Darwin explicó esta distinción con base en la creatividad humana en El origen del hombre (1871). Otras especies de homínidos, como los chimpancés, también la desarrollaron para su propio beneficio.
La creación de herramientas, el lenguaje corporal y la articulación de expresiones son comportamientos compartidos entre nuestra especie y otros simios. Parece ser que esta batería de habilidades fue herencia de las otras 20 especies de homínidos que, antiguamente, habitaron el planeta —incluso de manera simultánea, explica Longrich. Tal vez fueron más.
En la actualidad, la teoría más aceptada hasta ahora es que otras especies anteriores de seres humanos se extinguieron. A falta de capacidades para adaptarse, sucumbieron ante las atrocidades del clima o las inclemencias del tiempo. Así lo explica Longrich:
«[…] la extinción de otros homínidos ha ayudado a crear la impresión de un abismo enorme e infranqueable que separa a nuestra especie del resto de la vida en la Tierra. Pero la división sería mucho menos clara si esas especies aún existieran. Lo que parece una línea divisoria brillante y nítida es en realidad un artefacto de extinción».
El autor reconoce que, al menos durante los primeros millones de años, la evolución de nuestra especie fue lenta. Y lo que es más: los primeros homínidos poco tienen que ver con cómo somos en la actualidad, a nivel físico y cognitivo. Este patrón se repitió hasta la aparición del Homo erectus que, además de caminar erguido, tenía dientes más finos y pequeños, y la capacidad de cazar.
A partir de entonces, las otras especies de seres humanos ya podían cazar colaborativamente y diseñar armas. Neandertales, denisovanos, Homo rhodesiensis e incluso los arcaicos empezaron a desarrollar sus propias tecnologías, usando piedra y fuego. Eventualmente, integraron el arte a su vida en forma de joyas, pinturas rupestres e instrumentos musicales.
Sus restos son ‘sorprendentemente’ parecidos a los nuestros, a nivel genético y fisiológico, apunta Longrich.
Existe evidencia de que los Neandertales y los Homo sapiens primigenios tuvieron relaciones sexuales entre sí, hace 300 mil años. No sería aventurado pensar que éstas y otras especies de humanos procrearon descendencia. Invariablemente, estas cruzas inciden en el camino evolutivo de nuestra especie.
La extinción de estos homínidos primitivos tomó miles de años. A pesar de siglos de investigación paleontológica, antropológica y genética, el salto entre especies sigue siendo difuso para la ciencia «[…] lo que sugiere que la diferencia fue algo que no deja marcas claras en fósiles o herramientas de piedra«, explica el biólogo evolutivo.
De cualquier manera, explica Longrich, habilidades que tradicionalmente se consideraban como ‘intrínsecamente humanas‘ se han rastreado en otras especies, que nada tienen que ver con nuestro camino evolutivo. El lenguaje y la cultura están presentes en diversos tipos de ballenas, por ejemplo:
«La palabra «humanidad» implica cuidarse y tener compasión por los demás, pero podría decirse que esa es una cualidad de los mamíferos, no de los humanos», escribe el especialista.
Aunque, efectivamente, parece que llevamos la delantera en términos evolutivos entre los homínidos, Longrich es enfático en decir que no somos los primeros —y que ciertamente no seremos los últimos. «Pero es posible imaginar otro curso evolutivo, una secuencia diferente de mutaciones y eventos históricos que llevaron a los arqueólogos neandertales a estudiar nuestros extraños cráneos con forma de burbuja, preguntándose cuán humanos éramos«, concluye el especialista.
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