El nombre de muchas especies está ligado al de una celebridad: la luciérnaga de Guillermo del Toro, el helecho de Lady Gaga, el braquiópodo de Lionel Messi y muchas más. Las razones son diversas. Algunos nombres tienen que ver con el aspecto del organismo vivo (por ejemplo los dorados cabellos del tábano de Beyonce); otros se relacionan el trabajo de dicha persona por la especie (como la rana del Rey Charles).
Esta costumbre fue muy popular durante los tres últimos siglos y promovida por los afanes colonialistas. Frente a la tradición, muchos científicos han cuestionado el nombramiento de algunas especies por el impacto histórico que han tenido los personajes referidos. En un artículo publicado en la revista Nature, un grupo de científicos asegura que “los epónimos no tienen cabida en la nomenclatura biológica del siglo XXI.”
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Si bien el análisis científico es (idealmente) objetivo, sería imposible negar la influencia del mundo que lo rodea. Para los autores, la ciencia es una parte de la sociedad. En consecuencia, se ve afectada por los movimientos hacia la equidad y la representatividad. El hecho de nombrar especies por ciertas personas pone en tela de juicio a quiénes se les da presencia a través de la ciencia.
Lejos de las posturas políticas y culturales, el nombre de especies también tiene un impacto en su conservación. Tal es el caso del Anophthalmus hitleri, un insecto que habita la zona de los Balcanes. Nombrado así por el dictador alemán, Adolf Hitler, el pequeño animal está en peligro de extinción a causa de su popularidad.
«La lógica hasta ahora para preservar ‘hitleri’ es que el nombre en sí no es ofensivo», señaló la entomóloga May Berenbaum en un artículo para American Entomologist. “Sin embargo, un nombre científico que condene a una especie a la extinción a manos de fanáticos coleccionistas de memorabilia fascista es francamente una ofensa, al menos para mí».
Los autores que participaron en el texto de Nature, sugieren una reforma en la nomenclatura taxonómica, a lo que muchos especialistas en el área se oponen, señalando que “no es el papel de la ciencia participar en la censura motivada políticamente o en la «limpieza» de la historia científica.” Ante la oposición, los autores comentaron que creen que esa resistencia tiene una corta mirada hacia futuro.
«Si la taxonomía debe ser redefinida para la comunidad científica como una disciplina «moderna, activa e importante», necesita ser objetiva y esforzarse por responder a los cambios en las normas culturales,” declararon.
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