Los gatos tienen una capacidad sorprendente para deslizarse por aberturas diminutas y adoptar formas inusuales, como la de una pecera o un jarrón de flores. Gracias a esta habilidad, muchos dueños los describen como gatos «líquidos», capaces de amoldarse a cualquier espacio. Además, su flexibilidad les permite cambiar de forma con facilidad, lo que alimenta la percepción de que pueden comportarse casi como fluidos.
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El etólogo Péter Pongrácz realizó una serie de experimentos para comprender cómo los gatos perciben el tamaño y las dimensiones de su cuerpo. En Budapest, visitó los hogares de los felinos y sus cuidadores. En cada casa, bloqueó la parte inferior de una puerta con cartón, dejando un agujero rectangular para que los mininos lo atravesaran. Desde el otro lado, sus dueños los llamaban utilizando golosinas o juguetes.
El experimento reveló que los gatos tienen conciencia de su tamaño. Cuando la altura y el ancho del agujero eran cómodos, ellos cruzaban sin problemas. No obstante, al reducirse la altura, comenzaron a dudar, quizá temiendo ser más vulnerables en esta situación. Incluso, los más grandes optaron por buscar otras alternativas.
La parte más sorprendente vino cuando solo se redujo el ancho de la abertura y se mantuvo la altura. A pesar de que el espacio se volvía cada vez más estrecho, los felinos no mostraron vacilación, y atravesaron incluso si el espacio representaba apenas la mitad de su tamaño.
«No disminuyeron la velocidad en absoluto mientras se apretaban para pasar», dijo Pongrácz, según Science. «En este caso, no usan la conciencia corporal; son básicamente como líquidos».
Aunque los gatos sortearon sin vacilar las aberturas altas y estrechas, mostraron dudas y disminuyeron la velocidad al pasar por las más cortas. Esto sugiere que los felinos confían en métodos de ensayo y error ad hoc en lugar de tomar decisiones anticipadas. Además, las dimensiones de las aberturas son importantes cuando eligen confiar en su conciencia corporal, lo cual probablemente se debe a sus características anatómicas.
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Pongrácz también descubrió que, una vez que un gato decidía intentar atravesar el agujero, casi siempre persistía hasta lograrlo, sin importar el esfuerzo requerido. Incluso tras vacilar al principio, los felinos finalmente cruzaban la abertura, aunque fuera una ranura tan estrecha que apenas alcanzaba la mitad de su altura. Según el investigador, a diferencia de los perros en otros experimentos, los gatos nunca abandonan su intento.
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